Vida de perros

El silencio

No es necesario que les insista si estamos hablando de actitudes políticas en la idea de que tal terreno es proclive a representar excepciones (las que rompen las reglas) y que por tanto en tal espacio no valen o no se pueden aplicar siquiera alguno de nuestros refranes.
Si hablamos de silencio político debemos olvidarnos de aquello de “quien calla otorga” (como ejemplo entre tantos otros). Y si la semana pasada hablamos sobre respuestas frívolas ante preguntas concretas, hubieron otras semanas en las que las cortinas de humo fueron las protagonistas, y otras en las que el insulto (amparado en la tradición, según Fabra) o la butade reflejaron las habilidades dialécticas de parte de la clase política española (dejo otras muchas formas como la popular demagogia –y/o acusación de demagogia–, la respuesta ambigua o el circunloquio errante).

El silencio. El silencio destacado de la semana es el referido a la pregunta que el señor Beltrán formuló a las tres firmas a las que la señora Lledó ha retirado validez. Tres firmas responsables de tres concejalías que comprenden equis personal y equis proyectos. El concejal socialista lanzó la siguiente pregunta a repartir entre la representación del PP aludida: (no textual) “¿Han perdido ustedes confianza en la señora Lledó como alcaldesa del mismo modo en que ella la ha perdido en ustedes?”. He aquí el silencio. Pero el silencio no es algo estático. El silencio es como una bola de fuego, de energía (la de un kame-kame). El silencio puede desplazarse, por ejemplo, desde el punto de inicio, el interlocutor, a por ejemplo la protagonista incluida en la cuestión. El silencio puede ser entonces moneda de pago en un pacto de silencio.

“Se trata de un asunto interno del partido” –responde el señor Pedrosa. Y entonces recuerdo aquello que escribí acerca de los asuntos internos de los partidos, los grupos humanos: “los de fuera estamos para callar y dar fuego”. Pero inmediatamente tal actitud me parece ya fuera de lugar, cinco meses más tarde y tras un somero repaso a las confrontaciones y a las declaraciones referidas a dichas cuestiones internas creo que ha llegado el momento de que tales problemas internos comiencen a ser conocidos por quienes participan en la elección de sus representantes. Yo al menos me siento llegado al límite del respeto por esa intimidad grupal. Tanto tiempo con el cocido en el fuego ha conseguido desbordar el caldo de esa hermética olla (cómo no, a presión) y ha comenzado a salpicar –ahora descaradamente– sobre los intereses de la ciudad. No caben ya más evasivas. No caben más respuestas por escrito. La oposición no puede ser ya más concisa en sus controles, tanto que sólo basta decir un “sí” o un “no” para aclarar cada consulta.

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