El toro al corral
También podía haber titulado esta columna erre que erre, o las posturas recalcitrantes de los taurinos politizados, o los enconados discursos de los antitaurinos politizados, o el mosqueo que llevan los taurinos politizados con la posibilidad de que también haya toros con un alcalde Verde, o la desazón que padecen los antitaurinos politizados sólo con pensar que pueda haber toros en Villena.
Tanto para los que consideramos que la tauromaquia es un arte y una manifestación cultural como para los que opinan que tan sólo se trata de un decimonónico método de maltrato animal, los toros también son una de las muchas maneras de realizar una actividad empresarial. Y el derecho a crear una empresa está considerado en nuestra Constitución como un derecho de los ciudadanos.
Si entre todos no llegamos a la conclusión de que no debe haber problema para que se celebre una corrida de toros siempre y cuando que se den unas condiciones beneficiosas para nuestra ciudad, si no estamos de acuerdo en que esto no debe depender de quien gobierne el concejo y si no somos capaces de separar la tauromaquia del politiqueo, perseveraremos en el error del pasado que sólo ha traído discordia y división entre los villenenses.
Intentemos entre todos separar los toros de la política y después ya veremos si hay o no hay toros en función de criterios objetivos. Por ejemplo, si a ningún empresario le interesa la Plaza de Toros de Villena no deberíamos permitir que el Ayuntamiento sufra una sangría por tal espectáculo. Si en cambio, se recibiese una oferta interesante que permitiese la organización eficaz de los festejos de modo que se contentase así a los aficionados y supusiese una renta adecuada para las arcas municipales, se debería permitir el ejercicio de esta actividad empresarial. Dicho todo esto fueren quienes fueren los mandatarios.
Si no hay toros porque es inviable, los aficionados deberían asumirlo con deportividad, y si nos sorprenden con una extraordinaria corrida de toros, los no aficionados, antitaurinos e indiferentes, también deberían encajarlo con la misma deportividad en aras de la buena convivencia.
Sin embargo, si cuando mandan unos se organizan las corridas de toros contra viento y marea y cuando llegan los otros se vetan por artículo mortis, nunca saldremos de ese bucle redundante que coaliga los toros con determinada opción política y los no toros con la de enfrente. ¿Y los aficionados que carecemos de filiación o simpatía política qué hacemos? Porque tenemos una plaza de toros nuevecita, una afición que nos gusta cultivar y sentimos una impotencia mayúscula ante semejante polarización. Por eso vuelvo a lo mismo del otro día -aunque disguste a los taurinos y antitaurinos politizados- y ojalá que el hecho que determine y acuerde si en Villena se dan o no corridas de toros no tenga carácter político y se busque más en los condicionantes técnicos y económicos.
Si es técnicamente posible y resulta rentable debería darse la corrida de fiestas, y si no debería dejarse correr, manden los verdes o los azules.