Al Reselico

El triple de Sánchez. Una historia de baloncesto

Un día jugué una pachanga contra Sánchez. Le dijo a su equipo: “defendemos en zona”. Y punto. Todos en zona. Aquella tarde, hace ya algunos años, yo era un chavalín al que apenas le salían pelos en la barba y a algunos del Senior C les apeteció jugar un rato contra los Juniors. El caso es que cuando terminamos el entrenamiento y Sama nos preguntó si alguien quería quedarse a jugar un partidillo contra los mayores, todos alzamos la mano.
Recuerdo que íbamos creciditos. Esa temporada llevábamos buen equipo, muy buenos entrenadores y solíamos ganar fácil. Con esas premisas, en nuestra insolente e inconsciente juventud, debimos pensar que a los abueletes del C los íbamos a vapulear. Diecisiete o dieciocho añitos teníamos. Era jugar rápido, tirar contragolpes y ya estaba. Coser y cantar.

Nos machacaron. No había manera de romper la defensa en zona. Y cuando no era un tiro de dos de Álvaro era un rebote en ataque de Ricky, o una entrada de Miguel Ángel, o un triple de Marco. Cada vez que intentábamos correr, ahí estaban Joseja o Fran para pararnos a base de delicadas caricias. José Miguel nos dio un recital de cómo se jugaba a eso del baloncesto y Ferriz una clase maestra de cómo sacarnos de nuestras casillas. Lo dicho. Una masacre. Un palizón. Un bonito y necesario baño de humildad.

Sentí alivio cuando me tocó salir a jugar. Ya íbamos tan por debajo en el marcador que lo único que había que hacer era intentar que el bochorno no aumentase demasiado. Recuerdo como si fuera ayer que me alegré de que me tocara defender a Sánchez. Quien lo conozca sabrá que no tiene un cuerpo especialmente hecho para jugar a básquet. Es pequeño, mucho. A decir verdad es más bien enclenque. Creía que no tenía un sprint demoledor, ni un rebote poderoso, ni un manejo del balón sobrenatural… así que me relajé y pasó lo que tenía que pasar. Me hizo un traje. Era el mejor. Un jugador de esos que tendrías en tu equipo sin dudar ni un instante. Un tío que siempre escogía lo correcto, que hacía cada jugada lo que había que hacer. Ni más ni menos. Y los triples. Me metió un triple tras otro. Sin compasión. Sin dejar de disfrutar de su deporte, sin dejar de sonreír.

Esta temporada el v-74 celebra su 45 aniversario, y cumplir años, además de ser un momento para celebrar, tiene que ser también tiempo de agradecer y recordar. Agradecer y recordar a todas aquellas personas que han hecho posible durante estas 45 temporadas la creación y el desarrollo del club de baloncesto de nuestra ciudad: Jugadores, entrenadores, delegados, padres y madres, empresas patrocinadoras… porque 45 años solo se entienden como el resultado final de una suma de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación voluntaria. A tantos y tantas que han pasado por el V-74 solo cabe decirles gracias.

Si las canchas de baloncesto pudiesen hablar sin duda contarían miles de anécdotas de chicos y chicas que en su momento rieron, jugaron y se hicieron mayores poco a poco entre canastas y pelotas de básquet. En la pista del antiguo C.A.M., del extinto Pabellón Festero u hoy en el saturadísimo Polideportivo Municipal. Nos hablarían de miles de historias de jóvenes que, como yo mismo, maduraron, se esforzaron e incluso se enamoraron entre entrenamientos, viajes y partidos. Del V-74 han salido parejas que hoy son padres, compañeros de equipo que hoy son inseparables, gente que hoy es empresaria, maestra, política, policía, empleada de banca…

Hace un par de años que formo parte de la directiva del club, invirtiendo mi tiempo para que el proyecto del Uve, dónde jugué desde niño, continúe hacia delante. Con fallos, aciertos, mucho trabajo y esfuerzo, alegrías y decepciones (igual tengo que escribir otro artículo sobre eso), pero ante todo, con ganas de devolver un poco de todo lo que el baloncesto me ha dado, las cosas que he aprendido gracias a él: esfuerzo, superación, perseverancia, respeto, deportividad, solidaridad, compañerismo…

Esta temporada juego en el Senior C. Con muchos de los que hace años nos machacaron en el partidillo, cuando aún era Junior. A los Ricky, Miguel Ángel, José Miguel y Ferriz se añaden Antonio, Goku, Ismael, los Gisbert, Ore, Rubi… Sánchez ahora hace de entrenador. Juntos forman un grupo divertido y cojonudo de gente que ama el baloncesto y que, sin entrenar mucho, se divierte practicando su deporte.

No hará ni dos meses que volví a jugar con Sánchez una pachanga, pero esta vez iba en su equipo. Cada vez que él subía la bola yo corría como un loco, cortaba por todos lados, sin parar, con la esperanza de que me diese un pase milimétrico y esta vez fuese yo el que enchufase un triple en la cara de algún jovencito confuso. Lo imaginaba en cada ataque. Asistencia de Sánchez y tiro cojonudo. Parábola exacta. Dirección perfecta. Potencia justa. Triple maravilloso. Uno de esos lanzamientos que sabes que entran limpios en cuanto salen de la mano. De los que suenan “chof”. Una manera única de cerrar un círculo que llevaba doce, trece años abierto. Desde aquella tarde en que el Senior C vapuleó al Junior de Sama.

Pero no me la dio. No me vio o no me quiso ver. Me fui a la ducha entre triste y cabreado. Luego, en la cerveza pospartido, le dije que iba a escribir un artículo sobre él. Sobre el V-74. Sobre el baloncesto. Más que nada para que a la próxima, aunque falle el triple, me dé esa asistencia. Estoy seguro que lo hará, sin dejar de disfrutar de su deporte y sin dejar de sonreír.

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