El Volapié

El truque

Para el hombre de mediana edad, casado, con hijos, una vida ajetreada y bastantes mareos de cabeza, los campeonatos de truque que se celebran en esta época son como un oasis de fiesta en el desierto de la vida rutinaria. Ni que decir tiene que el planteamiento también lo harán propio muchas mujeres que igualmente disfrutan de este desahogo, aunque centradas en el parchís, porque con el truque todavía les sucede como con el ajedrez. Únicamente animus jocandi y la intención de que sólo se den por aludidas las justas y necesarias, porque generalizar puede ser peligroso, suele ser injusto y al final se enfadan las que no deben, a las que pido disculpas si las he incomodado.
Os decía que esos cuatro o cinco viernes consecutivos en que podemos desfogarnos en la partida son como el oxígeno en lo alto del Everest. No se trata sólo de un juego de naipes sin dinero. El campeonato de truque es el reencuentro con los amigos, es la exaltación de valores como la superación del miedo al echarse un farol que lo echará todo a rodar, es el placer de pasear por las calles de Villena a altas horas de la madrugada en busca de un último ratico bueno, el campeonato de truque es un banco de pruebas para experimentar simuladas situaciones de riesgo que luego podremos aplicar a la vida real, sentir cómo se nos encoge el corazón cuando el compañero se atreve a echar la falta con veintiocho y de zape. Cinco viernes por la noche como cinco soles, en los que todo se prepara concienzudamente para que nada falle: Mesas de madera con tapete de fieltro verde, garbanzos lechosos de los mejores, barajas de Heraclio Fournier y buenas botellas. Tengo que resaltar que tanto las barajas como las bebidas se desprecintan ante la atenta mirada de los competidores para que nadie sufra un mal juego ni un mal despertar. Los amigos de la Peña el Borrón son los manejeros y los viernes de truque sólo se superan a ellos mismos si además se consigue la victoria, musa que hasta la fecha se ha mostrado esquiva, lo que nos da pié para continuar erre que erre y año tras año.

De modo que, con la vista en el febrero próximo, animo a todo el mundo a que una vez haya cumplido su obligación como trabajador o empresario o cura, como madre o padre o progenitor A-B y todas las demás que les obligue el rol que le haya tocado en la comedia de la vida, se dedique a partir de ahí a vivir a lo grande, que se apunte para a ir a jugar al campeonato de truque de la Comparsa, a salir de cena con los amigachos los primeros viernes de mes y a no dejar títere con cabeza, pues como dice Julio Iglesias los potros dan tiempo al tiempo porque les sobra la edad mientras que a algunos ya nos dan sabana y no disponemos de tanto tiempo como pensamos.

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