Elecciones diciembre 2016
Podría parecer que uno no es de este planeta si en las fechas que estamos no dedicara unas palabras al, llamémoslo así, asunto socialista. No intentaré hablar de lo que no sé ni encontrar alguna argumentación novedosa (si esto fuera posible). Diré únicamente que tras el presente desarrollo de los acontecimientos, España pierde una oportunidad por pensar en sí misma, en su situación en Europa, en el mundo, y por pensar en su población: la de hoy y la del futuro. Tal trabajo, escuchadas las propuestas políticas, desde mi punto de vista solo parece posible desde unos parámetros sociales y ecológicos, que pongan empeño en la salud física y mental, que hagan hincapié en la educación, en la investigación, y que promuevan la cultura como fuente de riqueza, de crecimiento y de socialización.
Para mí es evidente que solo unas políticas volcadas a la concienciación y a la participación social aspiran a conseguir una ciudadanía responsable; y una ciudadanía responsable es crítica y ayuda a conseguir una sociedad mejor, trabaja por una sociedad ideal. Y para mí estas políticas están representadas por los partidos llamados de izquierdas. Lo contrario de todas las aspiraciones mencionadas son unas políticas cuyo principal indicador es el económico, y plantean un escenario donde encajaría perfectamente una sociedad obediente y sumisa, con preocupaciones individuales y una importante dedicación al control de su economía doméstica campo de cultivo para empresas que cíclicamente ofrecen nuevas versiones de aparatos tecnológicos, por ejemplo. Escenario ideal donde incrementar los precios del sector energético sin dar pie a reclamar el derecho a tales bienes, ni a contemplar las alternativas ecológicas que serían a medio plazo mejores para nuestros bolsillos y para el medio ambiente.
El vaivén propiciado en el Partido Socialista por una buena parte de sus dirigentes parece romper las posibilidades de un gobierno con inclinaciones sociales. Parece abocarnos a la opción del billón de euros de deuda, a los recortes en Sanidad, Educación y Cultura, a la balanza inclinada hacia la patronal en detrimento de los derechos laborales. La situación parece llevarnos a unas terceras elecciones donde el partido favorito representa la imposición de la Ley Mordaza, las tasas judiciales; representa el gasto desmedido en sueldos y privilegios para la clase política y el despilfarro en macroestructuras infrautilizadas o directamente inútiles. El partido favorito se compone todavía por casi un millar de socios y socias que han sido imputadas o condenadas por corrupción: cohecho, malversación de fondos, prevaricación o enriquecimiento indebido; cientos de casos, complejas redes mafiosas, que en algunos casos juegan con la justicia, con retrasos, bailes de jueces y demás artimañas.
No es demasiado pronto para lanzar un llamamiento a quienes dicen que no votarán en unas terceras elecciones. Yo votaré una y otra vez para elegir la opción que me parece correcta hoy y sobre todo mañana. Votaré para evitar las políticas que no quiero, que no quiero más. No quiero más corrupción, no quiero más recortes, no quiero más gente sin los bienes básicos comprometidos por la Constitución de 1978.