Fuego de virutas

Elogio de la transmisión

"Siempre digo a mis alumnos: 'Uno no transige con sus pasiones. Las cosas que voy a tratar de presentarles son las que más me gustan. No veo necesidad de justificarlas'. Si hubiera sido arqueólogo y hubiera dedicado mi vida a los orinales chinos del siglo VIII, no tendría que justificar nada. Lo peor es desplegar una dialéctica de la excusa, de la apologética, algo que imputo a la enseñanza de nuestros días, [...]. Porque se trata de una apologética que nace de la vergüenza por las propias pasiones. Si un estudiante percibe que uno está un poco loco, poseído de alguna manera por aquello que enseña, es un primer paso. Quizá no esté de acuerdo; quizá se burle; pero escuchará: se trata del milagroso instante en que comienza a establecerse el diálogo con una pasión."
La cita es la contestación que George Steiner dio a la profesora Cécile Ladjali en la larga conversación o entrevista que Éditions Albin Michel publicó en Francia en 2003 bajo el título "Éloge de la transmission. Le maître et l'élève." La traducción al español, editada por Siruela, es de 2005. Ladjali, siendo profesora en un instituto en un suburbio de París, acudió a Steiner para que prologara un libro de sonetos escritos por sus alumnos. El favor propició la interesante y larga charla.

"Diálogo con una pasión". Aquí quizá la clave y la hermosura de la profesión de maestro, de profesor. Seamos como seamos, seamos apasionados con lo que enseñamos. Esto es lo que hemos sentido la semana pasada despidiendo en su jubilación a tres profesores –dos profesores y una profesora– del IES Hermanos Amorós. En el homenaje pudimos corroborar cómo quienes nos dedicamos a la Enseñanza, a pesar de ser diferentes, no pocas veces muy diferentes, nos mueve el mismo objetivo. Trabajamos por una misma esperanza como trabajan los maestros a pesar de sus diferencias —escribimos en enero pasado llorando a la compañera Beatriz Domene. La uniformidad en el quehacer docente, algo que nefastas pedagogías parecen pretender, –contra imposible porque siempre somos diferentes– empobrecería la formación del alumnado. Cada profesor, cada profesora, con sus "manías", con sus benditas "manías", –con su "librico"– ofrece valores válidos para la formación del alumno. Por ello, siendo distintos, existiendo esa pasión, esa locura por aquello que se enseña que dice Steiner, cabe la magia. Y aún la esperanza.

Mari Carmen Moreno, profesora de Ciencias Naturales, Vicente Belda, profesor de Matemáticas y Rafael Deltell, profesor de Educación Plástica y Visual, ahora jubilados, me consta que han vivido con pasión la profesión. De Mari Carmen lo he sabido como alumno y como compañero; de Vicente y Rafael, sólo como compañero. Cada uno tan distinto del otro pero cada uno, por pasión hacia su asignatura, útiles para la docencia. Mari Carmen Moreno es energía, fuerza, tesón. Con ella me puede más la memoria de alumno que de compañero y como alumno siempre le agradeceré que nos disciplinara en la constancia –¡nos preguntaba todos los días y no sabérselo era pesadilla!–, constancia que nos fue muy valiosa para los años de Universidad. Y aún para ahora. Vicente Belda es bonhomía. Alguien utilizó esta hermosa palabra en los discursos. Con Vicente compartí Jefatura de Estudios y comprobé su admirable capacidad de trabajo. De sus clases apenas sé pero sé de sus alumnos agradecidos. Rafael Deltell es... ¿irreverente? Es lo que trae la sinceridad. Lo mismo te da una alegría que un disgusto, pero nunca el engaño. Franqueza. Y si hablábamos de pasión necesaria para enseñar, la pasión de Rafael siempre ha sido desbordante.

Otra vez, quienes jubilándose nos dejan, nos enseñan a ser.

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