Empezando por ahora
“Sin una mirada hacia atrás en el tiempo, no podemos pensar en el futuro”

En la segunda parte de Recuerdos de niñez y mocedad, Miguel de Unamuno confiesa su desapego por las lecciones de Historia: Me mareaba aquel ir y venir de pueblos, con nombres raros, aquel desfilar de reyes y de guerras, aquel intrincamiento de parentescos, matrimonios y repartos de herencias. Venían reyes y los mataban tan pronto que no había lugar a acongojarse de su muerte, pues no había tenido uno tiempo de conocerlos, y era tal el trajín, que se deseaba hubieran acabado de una vez con todos matándolos en una sola batalla.
Confesión quejosa, lo anterior, para concluir: No llegamos, ni con mucho, a la Revolución francesa, distraídos en curiosear vanamente lo que hicieron chinos, persas y caldeos. He comprendido más tarde lo ventajoso que sería si se pudiera estudiar la historia hacia atrás, empezando por ahora.
No es desafortunada esa sugerencia de empezar por el ahora para saber el ayer. Es más, sé de experiencias didácticas que aplican ese ir aprendiendo la Historia hacia atrás, del presente hacia el pasado. Esto para conocer como con pasos de cangrejo de dónde venimos, aquello que nos explica dónde estamos, consecuencia de causas.
Es más, el arqueólogo Göran Burenhult auguró: Sin una mirada hacia atrás en el tiempo, no podemos pensar en el futuro; de hecho, la existencia misma de las generaciones futuras estará en peligro.
Mirada hacia atrás o… Al cabo el objetivo fundamental de la labor historiadora es dar a conocer el pasado. Ejercicio, de delante hacia atrás o de atrás hacia delante, donde siempre cabe el riesgo de presentir mejor el ayer –añoranza de Manrique– por sentir peor el hoy. A saber.