El Volapié

En clave de humor

Va finalizando este tremendo 2009 y me gustaría acabar con una sonrisa, por aquello del espíritu navideño. Ya saben ustedes que suelo fustigar a ZP porque “el mundo es del viento” o ridiculizar a un empequeñecido Rajoy, quien –obsesionado con buscar el centro– ha perdido el norte. Que a fin de cuentas, los políticos españoles son similares y sus organizaciones funcionan de un modo muy curioso.
Un chico del partido termina su ESO y no tiene gana ni de estudiar ni de trabajar. Como su padre también es del partido decide echarle una mano y buscarle una colocación, que no le gustan los vagos. Piensa en alguno de sus amigos políticos para que le busquen alguna cosa en el ayuntamiento o en la consellería de turno.

-¡Oye, Paco!... necesito un puesto para mi hijo… para que vaya haciendo algo mientras decide qué estudiar. A los tres días llama Paco y le ofrece un puesto de asesor de la comisión de salud. Unos 9.000 euros al mes. -¿Qué te parece? ¡Está guay! -No, coño. Que esto es demasiado. Búscame algo más normal, por favor.

A los dos días llega la solución. Un puesto de secretario personal de un diputado, aunque con un sueldo más modesto de 5.000 euros. -¡No, Paco!... esto es una locura. Yo quiero que mi hijo comience desde abajo, que aprenda lo dura que es la vida.
Al día siguiente…

-Ahora sí, ahora te ofrezco un puesto de los de abajo, de ayudante del encargado del archivo. Eso sí, sólo ganara un mísero salario de 2.800 euros. ¿Qué tal? -¡Ni hablar! Si gana esto no volverá a estudiar ni querrá trabajar en otro sitio. ¿No tienes nada por lo que paguen unos 500 euros al mes? -¡No, tío!... eso es muy difícil porque para acceder a esos puestos hace falta una carrera, masters y oposiciones.

Total que el hijo, aburrido de esperar, decide matricularse en la Universidad de Princetown (USA) y antes de que terminara el primer trimestre se queda sin pasta y llama a su padre. -Papá, ¿sabes que en esta Universidad estamos desarrollando un programa para hacer hablar a los perros? -¡No me fastidies! ¿Y qué puedes hacer para que admitan a nuestro Brutus y lo enseñen? -Es muy sencillo. Mándame al perro y mil euros para la matrícula.

Antes de que finalizase el siguiente trimestre el joven ya se había fundido el dinero y decide llamar otra vez a su padre.

-¿Cómo va Brutus?, pregunta el confiado padre. -¡Increíble!, habla hasta por los codos. Mándame 2.500€ que lo voy a incluir en un programa para enseñarlo a leer. Ya verás…

Al final del curso, para evitar ser descubierto, el chico le pega un tiro al perro y se deshace del cadáver. Cuando regresó a casa el padre se interesó por lo sucedido y él contestó: Brutus –ayer mismo, mientras leía el Washington Post– me preguntó si te seguías acostando con la vecina y me lo cargué antes de que hablara con mamá.

¡Feliz Navidad!

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