Editorial

En defensa de nuestra libertad

Los medios de comunicación de mayor relevancia a nivel nacional y algunos importantes operadores extranjeros, como la prestigiosa BBC, han emitido y publicado a lo largo de esta semana extensos reportajes sobre la utilización de la efigie de Mahoma en las Fiestas de Moros y Cristianos que se celebran en nuestra propia ciudad y en numerosas localidades de nuestro entorno. Como consecuencia de ello, así a bote pronto, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas ha exigido el cese de las fiestas de Moros y Cristianos por calificarlas de “antidemocráticas”.
Tan repentino interés –ahora sí se acuerdan de nuestras Fiestas, y no para transmitirlas en directo y darlas a conocer precisamente…– responde a la necesidad de seguir ofreciendo carnaza a la audiencia, alimentando además una cuestión que debería ser ajena a toda frivolidad, pues más allá de episodios meramente anecdóticos nos encontramos ante un auténtico choque de civilizaciones (por mucho que les pese a los detractores de Samuel Huntington) entre el modelo occidental y democrático y los sectores islámicos más radicales, que desde que prendieran la mecha del odio por la publicación de unas caricaturas de Mahoma en un periódico danés han dado repetidas muestras de su intransigencia, su irracionalidad y su pretensión de exportar un modelo de sociedad totalmente ajeno a la libertad que disfrutamos los países que hemos sido capaces de alcanzar aquello por lo que tantos han luchado: la democracia y el Estado de Derecho.

Así las cosas, y frente a vergonzosos plegamientos debidos al miedo y a la epidemia de “buenismo” y corrección política imperante –véase la lamentable suspensión en Berlín de la ópera “Idomeneo”–, creemos que ha llegado la hora de reivindicar nuestros valores y proclamar alto y claro que no estamos dispuestos a ceder ante las imposiciones de quienes tanto tienen que corregir y avanzar en sus propias sociedades.

En Villena, en España, en Europa… ha costado mucho alcanzar las cotas de libertad de las que ahora disfrutamos, gracias a las cuales la Justicia –nunca jamás un obispo o un ayatollah– es la única institución capaz de discernir lo correcto de lo incorrecto, lo legal de lo ilegal. Nuestras leyes son mejorables, eso es algo obvio. Pero nos las hemos dado nosotros. Quien quiera aceptarlas como propias e integrarse, bienvenido sea. Pero nunca jamás debemos aceptar lecciones ni imposiciones de quienes a los ojos de todo el mundo discriminan por razón de sexo, raza, religión, ideología o cualquier otra excusa que les sea útil para aniquilar al disidente, silenciar a la mayoría y mantener a sus pueblos sometidos entre la pobreza, la ignorancia y el analfabetismo.

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