De recuerdos y lunas

En el año de las crisis

Hace poco tiempo hacíamos referencia al libro "La política perdida" de Marco Revelli apuntando que en él se analiza críticamente cómo la política moderna, la política que nació en el Renacimiento, está en crisis o muerta por causa, según el autor, de la globalización y del aumento del poder de ciertas personas. Desconociendo quiénes son verdaderamente quienes nos dominan, sintiéndonos títeres de un guiñol en el que no sabemos o apenas percibimos quién mueve o quiénes mueven los hilos que nos determinan, incluso sintiendo imposible el trepar por esos hilos para ver los rostros de los titiriteros Comefuego, afirmábamos que la tesis produce pavor.

Percibimos que vamos hacia atrás, que el bienestar anhelado, humildemente anhelado, sencillamente anhelado, sin grandes pretensiones, se nos tambalea. Lo que nos mueve, lo que nos movía, vivir en paz y disfrutar con los nuestros y tener tiempo para los nuestros parece que no va a poder ser. Nos dicen que hay que trabajar más. Y más años. Y menos salario. Y frente a nuestras ilusiones de poder disponer de más tiempo para alimentarnos de humanidades (leyendo, pintando, escuchando o interpretando música, conversando, viajando, soñando...) triunfan las tesis neoliberales o "neocon" de los ladrones del tiempo. Léase o reléase "Momo" de Michael Ende y podremos vernos cada vez más entre las víctimas de los Hombres Grises que, representantes del Banco del Tiempo, arruinan el tiempo a las gentes obsesionándolas contra su "desperdicio" en artes, en imaginaciones y hasta en el dormir. Así, los Hombres Grises, como vampiros del tiempo, sorben el tiempo de las personas y sorben a las mismas personas. Porque la persona, sin tiempo, deja de ser.

"Aquel triunfo de las cuarenta horas, aquellas semanas de cinco días, aquellos dos veranos de vacaciones pagadas en los que millones de trabajadores invadieron gozosamente los campos, las playas y las ciudades de lujo y placer, habían terminado" —escribe con cierto lamento el periodista Manuel Chaves Nogales en "La agonía de Francia" (1941), libro donde el republicano español en el exilio intenta comprender y explicar el porqué Francia fue conquistada por los nazis y colaboró desde Vichy con ellos.

El totalitarismo fascista, el totalitarismo nazi, el totalitarismo estalinista enmerdaron el mundo en el periodo que decimos de entreguerras. Francia, las democracias occidentales, no pudieron o no supieron competir contra las economías estatalizadas. Y para salvar sus economías no vieron más salida que los recortes. Así, otra vez, sobre los lomos de los trabajadores se aplicaron los cortes y las podas. El socialista Léon Blum, dirigiendo en Francia el gobierno del Frente Popular en 1936, denominó "la pausa" al freno en la política de medidas sociales. En agosto de 1938, el también socialista Édouard Daladier, presidiendo el gobierno francés, hablaría de "assouplissement" (flexibilidad) –también ésto nos lo recuerda Chaves Nogales– para sisar la ley sobre la semana de cuarenta horas. "Il faut remettre la France au travail" –dirá Daladier. Es necesario poner a Francia a trabajar. A trabajar.

Lo dicho, los totalitarismos de entonces, la guerra mundial, fueron la causa y excusa para frenar las conquistas sociales. Contra los trabajadores. Siempre contra los trabajadores. Pausa... Flexibilidad... Saber esperar. Como ahora también en el mundo donde otros totalitarismos –financieros y no financieros, industriales y explotadores de niños, de mujeres y de hombres– nos imponen tiranías. Dígase deslocalización, dígase productividad a costa del ser humano, dígase recortes contra el bienestar, dígase trabajo, trabajo y más trabajo, como esclavos hasta envejecer... Queriéndonos además, especialmente en las sociedades desarrolladas, compulsivos consumidores. Consumo, luego existo. Así somos. Consumir y producir. Producir y consumir. Mientras tanto, ubi sunt, dónde quedan, la prosperidad y dichas.

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