Vida de perros

En el Hospital Universitario de Alicante

Por razones que no vienen al caso me siento a escribir sobre el Hospital General Universitario de Alicante (HGUA). Incluso pese a la proeza de Pacqiano sobre Maragarito en el pasado encuentro de Súper-Welter. Y como buen anfitrión comienzo hablando bien: de la profesionalidad y del agradable trato que se respira, se siente y se disfruta en la quinta planta de la torre D, la que aloja las áreas de cirugía y oncología pediátricas.
De hecho, después de pasar casi una semana allí, más que sorpresa es corroboración lo que cualquiera expresa cuando descubre las distinciones al mejor trato al paciente, y demás detalles mostrando la gratitud de quienes han pasado por allí que cuelgan en las paredes. Y es que sólo quienes hemos estado en la obligación de ocupar alguna de aquellas habitaciones, hemos sentido la deferencia en el trato y la atención de las trabajadoras (femenino en su mayoría) de esta planta.

Quizás sería necesario hacer un zoom out para explicar mejor la impresión que causa este oasis. Habría que localizar el enorme monstruo de hormigón junto a la Gran Vía alicantina. Habría que describir la entrada al enorme conjunto de edificios salpicado por cientos de ventanas, la entrada por la doble puerta central por donde transcurren decenas de personas en ambas direcciones cada minuto; describir la ofuscación que se siente al situarse frente al panel donde se indica la ubicación de cada especialidad, la necesidad de recurrir al mostrador de información para conocer la torre y la planta y el color de los ascensores que te llevan a ella. Describir las docenas de pijamas blancos, azules, verdes, las camas, carros de comida, de limpieza, de curas, con los que cruzas; la desorientación, la ansiedad, la angustia, la (relativa) urgencia, que se siente por llegar al destino…

Exponer estas líneas podría ser cuestión de excesiva gratitud al venir de alguien que ha sentido necesidad y ha sido atendida. Pero creo que no es así. Sin cerrarme a comparaciones con otros Hospitales más conocidos por las gentes de Villena, me veo en la obligación de decir que lo que me ha tocado vivir en la quinta planta del HGUA se acerca bastante al ideal de Hospital que puedo haber tenido en la cabeza. Tanto que me siento incapaz de ser objetivo respecto al ente genérico –la globalidad del Hospital–, cegado por las instalaciones, el servicio y la atención humana y profesional que he vivido.

Espero, como cualquiera espera, queridas personas, no tener que volver a caminar por encima de sus losetas. Pero, en cualquier caso, espero encontrarme con un lugar como éste si algún día tuviera que necesitarlo. Aquí va mi recomendación para ustedes, mi aprobación como contribuyente para el Hospital y mi agradecimiento y mis disculpas (por “esos momentos”, ya saben) al personal del HGUA en general y al de la quinta planta de la torre D en particular.

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