En plaza de tercera
Los toros son pasión ante todo, raramente permiten la indiferencia y es natural que algunos estén viviendo la resurrección taurina de Villena como si la plaza les hubiera tocado en una rifa, al igual que a otros les repatea.
Mientras se va asentando el poso del éxito de la primera corrida de toros ya estoy pensando en la próxima y les quiero exponer algunas observaciones, sin ánimo de que se tomen como enmiendas sino todo lo contrario.
Algunos exaltados me han reprochado el hecho de haber calificado a la de Villena como una plaza de tercera categoría. Sin embargo, no hay descripción peyorativa en tal definición porque esta plaza no podrá tener otra categoría hasta que nuestra ciudad se transforme en capital de provincia o aquí se celebren de modo continuado al menos 15 festejos al año. Por ejemplo, ¿conocen la Maestranza de Ronda? ¿Verdad que es un coso precioso, emblemático y cuna del toreo a pie? Pues también es de tercera porque no puede ser de otra categoría, de modo que nadie debe considerar como un menosprecio esta clasificación meramente administrativa.
Debido a esta consideración, los toros que aquí se lidien deberán pesar al menos 410 kilos en el arrastre, este peso no será de obligado anuncio, podrá cambiarse el primer tercio con un solo puyazo y el de banderillas con cuatro palos en lo alto, esto último como en plazas de segunda y de primera categoría. Salvo estas puntualizaciones, todas las plazas consideradas como de carácter permanente reúnen las mismas consideraciones: los toros deben llegar a los corrales con una antelación mínima de 24 horas, los reconocimientos veterinarios son iguales, la primera oreja la otorga el presidente por petición mayoritaria del público, la segunda es exclusiva del presidente, quien está asesorado por un técnico en materia artístico taurina y un veterinario Como en todas las plazas.
Sabios son los doctores taurinos de Villena y deben procurar que cuando vaya a darse la corrida de fiestas se habilite lo que sea preciso para que la afición pueda admirar las reses en los corrales y que el sorteo sea público, puesto que son actos muy queridos por los aficionados y eran de gran tradición. Igualmente se habrán dado cuenta que la altura de la barrera dificulta alguna de las tareas que tienen lugar en el callejón, además de la visibilidad de sus ocupantes. Existe como solución un mortero de caucho del mismo color que el albero y sirve para elevar el suelo acomodando a los ocupantes y amortiguando la caída de los lidiadores que se ven obligados a tomar el olivo. También sería recomendable ampliar el número de burladeros para prevenir accidentes si salta algún toro y deberían prolongar hasta 18 centímetros la base de apoyo del estribo que debe correrse a lo largo de toda la barrera, incluidas las puertas, porque nadie sabe por dónde va a tener que volar.
De primera categoría sí que va a ser lo que la alcaldesa Celia Lledó tiene a la vista, además merecidamente.