Enterrando la mona
Ya se han pasado la Semana Santa y las Pascuas. El lunes por la tarde subimos a Las Cruces a cumplir con una tradición que se está perdiendo en Villena, la de enterrar la mona. Bien es cierto que si los treinta y pico mil que por aquí vivimos, nos dedicáramos el lunes de San Vicente a hacer cada uno un hoyo para enterrar la mona, Las Cruces tendrían más agujeros que un queso de gruyere.
Yo pienso que lo de enterrar la mona tiene un sentido casi místico, no precisamente el de guardar comida para cuando falte, o el de contribuir a que los animales del suelo y del subsuelo encuentren alimento cuando lo necesiten. Lo de enterrar la mona, pienso yo, tiene que ver con olvidarse de los sufrimientos que representa la Semana Santa, enterrarlos y acoger lo que queda de año con optimismo. O por lo menos esa fue la interpretación que a mí se me ocurrió, mientras observaba cómo unos críos enterraban su trozo de mona. De ahí que me puse a pensar cuantas cosas deberíamos enterrar en este pueblo de manera colectiva.
En mi escalera, por ejemplo, lo primero que deberíamos enterrar son las ganas de poner un ascensor, porque evidentemente ni se nos pasa por la cabeza enterrar al del primero, que como todos ustedes saben es el único que se niega. Incluso Rajoy acaba de enterrar su propia mona particular: en este caso ha decidido dejar en el hoyo con la mona a Zaplana y a su cabreo permanente, parece ser que también va a dejar ese quejarse constante que le ha acompañado en todo este tiempo.
Sin embargo no creo yo que en Villena cunda el ejemplo y enterremos nuestras fobias. Por ejemplo la fobia a todo lo que tiene que ver con lo subterráneo, desde los parkings hasta las vías. Porque nadie se ha parado a hacer un estudio serio, pero estoy segura de que si en Villena se hicieran esos estudios raros que se hacen en América, saldría que una parte importante de la población le tiene fobia a todo lo que pasa por debajo del suelo. Porque no es normal que pueblos del tamaño del nuestro, o incluso más pequeños, tengan aparcamientos y nosotros no. O que mientras en otras poblaciones anden pidiendo que les entierren las vías, aquí se esté pidiendo que por debajo de suelo nada de nada, que se las lleven a donde Cristo perdió el gorro (la corona diría yo) no sea que ocurra una desgracia.
Y así estamos, que mientras en otros sitios en cuanto aparece una cosa que puede ser beneficiosa para la población todos entierran la mona, aquí la desenterramos: si vienen monos seguro que traen el SIDA, si vienen vacas van a contaminar, si viene el agua del Júcar es pura mierda, si se hace un parking Villena se hunde, si se soterran las vías se hunde más, si viene Danone a embotellar el agua se va a acabar con toda la que queda en el subsuelo. Así que una no sabe exactamente si lo que ocurre realmente es que cada lunes de San Vicente, en vez de enterrar la mona, nos enterramos nosotros un poco más.