Vida de perros

Entre pillos anda el juego (2)

Era demasiado fácil esperar el carácter indignado de las respuestas recibidas en los foros digitales de nuestro periódico a la columna de la pasada semana, queridas personas. No debería, pero lo es. En esta España de la vergüenza si alguien dice sentirse engañado, manipulado, ultrajado, lo poco que debe esperar recibir es una imprecación: ¡que te sientes y te calles, coño! ¿O eso era en aquellos rancios colegios que también vivimos? ¡Bah, no serían tan duros (serios) cuando todavía tenemos la indecencia de morder la mano de quienes damos de comer, de levantarnos contra quienes sin derecho nos mandan callar!
Me escribía alguien que en lugar de quejarme tanto me pusiera a hacer yo algo, y yo le digo que cuando se siente en un restaurante y le pongan un buen trozo de mierda encima del plato que se levante, que vaya a la cocina y que se haga él la comida. Pero que pague, con una sonrisa en la cara o con una multa o con una subida de impuestos. Que lo haga él, que a mí todavía no me legisla una ley que me impida decir lo que pienso, que me impida escribir lo que siento. Lo que padezco, como padece el forofo de un equipo cuando sufre la torpeza, la ineptitud o la indiferencia de ese paquete que juega por la banda izquierda. Como padece el forofo de un equipo cuando descubre que su club está en quiebra después de haber gastado lo indecible en jugadores y protocolos. Era una comparación –me explico con el temor de que ahora puedan ustedes irse por los cerros de Úbeda–.

Me escribía alguien acerca de la responsabilidad del resto de partidos políticos. Me escribía alguien acerca de la responsabilidad del 15-M y de la posibilidad de que montaran una colchoneta hinchable en la próxima manifestación. Como si el 15-M fuera ahora a tener culpa de algo: de que hasta la clase política más cercana nos haya ocultado y mentido acerca de nuestros propios intereses, de que ahora sin recato saquen ahora trapos sucios a la luz cuando su obligación era hacerlo en el mismo momento. ¿El 15-M? No creo que estos grupos tuvieran algún cargo político, delinquieran contra las arcas públicas, ocultaran información, tergiversaran, mintieran, facilitaran la actual situación financiera del país. Más bien creo que salieron a la calle porque no había otra forma de que los partidos políticos de nuestro país se sonrojaran y comenzaran a hablar de transparencia, por ejemplo y determinantemente. ¿Qué es lo que les pides? ¿Qué responsabilidad que no puedas pedirte a ti mismo? Puede que tus creencias religiosas te comprometan a una fe por encima de muchas cosas, algo respetable y respetado por nuestras leyes. Pero no es así con las convicciones políticas, no somos de un partido u otro: tenemos ideas que nos acercan a uno u otro partido que en nada nos comprometen a cerrar los ojos.

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