Entrefiestas
Mediando por la Junta Central de Fiestas, Conchi García nos invitó a participar a principios de junio en una de las mesas redondas de lo titulado Entrefiestas. Adelanto que fue un placer. No siempre tiene uno la ocasión de conferenciar con Conchi, con Ginés Pardo, con Vicente Rodes y con Francisco Martínez. Además, la preparación de la mesa nos obligó a vernos en dos ocasiones previas. No para condicionar nuestros discursos, sino para evitar el repetirnos en enfoques. También para comprometernos a una administración del tiempo que no hiciera pesada la charla. Por lo que el placer de la cháchara fue triple: las dos sesiones previas y la propia mesa redonda. También apunto, para no olvidar merecimientos, que por la cocina de la cosa y al quite de nuestras cuitas estuvieron Mari Cruz Rojas y, lógicamente, el Presidente de la Junta Central, Antonio Martínez.
De los contertulios, no conocía personalmente a Francisco Martínez. Cabe aquí, ahora que lo conozco, mi reconocido aprecio. Luego me han dicho que él no terminaba de verse entre los compañeros de mesa, pero él hizo muy bien su discurso. Y a mí me gustó mucho. Algunos estamos más acostumbrados a hablar en público y a publicar nuestras opiniones. Francisco menos. Pero que no le reconcoman manías ni prejuicios, porque su intervención en la mesa redonda fue lúcida. Por claridad y contundencia tuvo una aportación valiosa. Propia de quien conoce las entrañas de las fiestas y sabe por donde se les mima y se les mina. Después de escucharle, lamento que estas voces directas no se hagan más veces públicas, porque los que publicamos y decimos en voz alta con frecuencia, muchas veces nos emborrachamos con las palabras y nos entretenemos jugando con ellas; y no pocas veces nos enguazamos encandilándonos con las telas autocomplacientes que tejemos con la pelusilla que se acumula en nuestro ombligo y, farfulla que te farfulla, decimos poca sustancia ocupando mucho espacio. Prefiero estas voces claras y breves. Y Francisco dijo claridad. Y lo dijo breve y bueno contra escuadras egoístas.
De Ginés Pardo y de Vicente Rodes quienes me conocen saben de mi admiración por ellos. Ginés es coherencia y reto. Porque las verdades que defiende Ginés son verdades exigentes. Y compromiso. Siempre compromiso. Vicente Rodes es educación. Y estética. Sus gustos, lo sé, distan de los míos, aunque no me hubiera importado que cuando di el Pregón me hubiera hecho el nudo de la corbata. Ginés puso sobre la mesa una verdad que habrá de perseguirnos de aquí en adelante. No nos rasguemos entonces las vestiduras. Hecho el cambio de la Romería, cabe cualquier cambio. No es necesario hacerlos. Pero hecho éste fundamental Vicente defendió, sin olvidar los orígenes, el buen hacer en la Fiesta. El cuidado exquisito en toda su puesta. Conchi García hizo bien lo que tenía que hacer. Presentar a los ponentes y coordinar la charla. Y morderse la lengua cuando alguien del público cuestionó el quehacer de las mujeres en la Fiesta. De no haber tenido que ser moderadora me hubiera gustado oírla decir. Aún así se reservó una evidencia: la de su propia experiencia festera.
En fin: un placer. Que tenemos unas fiestas hermosas y que, de poner empeño y cuidados, podrían ser más hermosas. Lo importante, creo que concluimos aquella tarde, es que no se pierda el sentido colectivo de la Fiesta. Su ser común. Yo dije que lo que estropeaba la fiesta, contra el fabuloso quehacer colectivo, era el individualismo: El de algunos cabos, el de algunas escuadras, el de algunos festeros. Algo de esto dije. Y espero que ya no sea.