Vida de perros

Enumera que algo queda

¡Qué llueva, que llueva! Y no les sigo cantando más, queridas personas, no sea que mi canción produzca el efecto contrario y nos devuelva el veranillo de San Miguel o el de verdad. Y es que este noviembre nos ha traído un agua que parece plena de salubridad y cortesía, al menos en nuestra zona. Lluvia que no aplaca ánimos ni converge ni une, pero que baña amablemente los campos y satisface algo más a nuestros necesitados embalses y pantanos. Lluvia que no deja más competencias a nuestra Delegación de Hacienda ni se quedará para siempre en nuestros pozos. En tanto se habla de crispación y de temas pendientes. Esperemos que no tengamos que decir aquello de “aquí estamos, viéndola caer”.
Fuera como fuere, saben ustedes que llegó el fatídico momento de comenzar con las enumeraciones. El recuento de votos no es nada comparado con el recuento de proyectos realizados o no, de promesas cumplidas o incumplidas, de promesas que pasaron de largo o de las que continúan en proceso, de las de “eso no lo he dicho (dije) yo” o de las de “ese proyecto era nuestro (lo comenzamos nosotros)”. Largas enumeraciones que encauzan entre otros con el mundo de donde dije digo digo Diego, mundo que comienza a habitarnos como esta lenta lluvia. Pero lo peor diría y repito, son las enumeraciones utilizadas para llenar líneas y discursos de cara al próximo mayo: esas interminables listas esgrimidas como base de todo argumento, repetidas hasta el hastío, sin la menor concreción, esas enumeraciones salidas desde cualquier signo político. Y en ellas se va escurriendo la savia de la razón: desde la justificación de la primera de la lista, a la que se dedican cuatro o cinco líneas, hasta llegar las últimas, esas que pasan como ráfaga de metralleta sin razones de defensa o ataque: “las calles están sucias”, “el autobús llega tarde”… Pero, ¡ay, queridas personas!, sin conclusiones no hay posibilidades, no hay futuro. Y necesitamos conclusiones, con las que estar en acuerdo o sin él. Toda historia necesita un final o un atisbo de final. Y quizás seamos unas cuantas personas –incluidas las políticas– las que padezcamos tal necesidad de conocerlo todo, todo lo que creemos –suponemos– en el aire, en ocasiones inconcluso, en otras abortado. Quizás sea tan sólo que la ansiedad por conocer el futuro de ciertas cuestiones nos haga parecer insuficiente cualquier información. Aún así hay demasiados temas que aportan datos poco concluyentes.

Porque, ¿qué es lo que nos atrae, lo que nos mueve a apoyar al siempre denostado Ser político? Imagino que en nuestra ciudad no es tan sólo su poder de convicción, su presencia mediática, su personalidad. Imagino que en Villena tenemos la suerte, dada la cercanía, de poder valorar su capacidad y la veracidad de su discurso. Ocurre que a veces pese a dichas valoraciones que se otorgan a ciertas personas, todavía se nos escurre la razón que da portazo a tal o cual asunto. Razón que escapa posiblemente por falta de información, por falta de concreción. Es difícil conseguir una confianza plena, menos todavía cuando el salón de plenos se encuentra además pleno de acusaciones. Aún así debe ser esa confianza la que se persigue: no la ciega, sino la que otorga los datos.

Por tales motivos intentaré abstenerme de enumerar: listar temas preocupantes, hacerlos aparecer como trapos sucios o asuntos olvidados. Tampoco me voy a abandonar a leerlos en letra de nadie. Al contrario, existe la necesidad de ir cerrando asuntos, y si alguien tiene el poder de cerrarlos, de anunciarnos certeramente su solución, debe saber que son muchos los ojos y orejas que esperan sus declaraciones ansiosos.

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