Vida de perros

Es el municipio (Es la ciudad, estúpido III)

Ya sé que después de alguna semana presentando la saga de “Es la ciudad…” no es muy correcto continuarla con un cambio de título. Pero bueno, queridas personas, tómenlo como un guiño a cuantas de ustedes piensan que sus opiniones no son tenidas en cuenta siquiera por la más mindundi de las personas que se dedican a la escritura o a la política. Me temo que sí. Más de lo que nos atrevemos a pensar. Tómenlo en este caso como una respuesta al foro donde Salva (Salvador Martínez Puche) apuntó al hilo de mi última entrega que lo oportuno sería hablar de municipio, más que de ciudad.
Y así, dándole la razón pese a fastidiar un título recurrente e históricamente asociado, me vuelco hacia la totalidad de nuestro extenso municipio, que comprende, además de su casco urbano nuestra huerta, montañas y las pedanías de Las Virtudes, La Zafra, La Encina y la Colonia de Santa Eulalia. Lugares con un pasado histórico que, en algunos casos, resulta tremendamente curioso. Y entidades cuyas quejas y reivindicaciones no han sido suficientemente escuchadas o atendidas por nuestro municipio (tales como el estrangulamiento que sufre La Encina a causa de los trazados ferroviarios y viales, o el abandono del patrimonio histórico de Santa Eulalia, compartido con la vecina localidad de Sax). En cualquier caso se trata de partes exentas de nuestra urbe con una historia y una cultura, unas celebraciones particulares, que en cualquier caso son también nuestras, de Villena.

Más motivos para reivindicar el esfuerzo de nuestra ciudad, del gobierno de nuestra ciudad, por una mirada global, capaz de abarcar, capaz de evaluar y capaz de proponer. Porque más allá del reparto de competencias, hemos de ser capaces de valorar y planificar nuestro municipio. Muestra de ello es la puesta en valor de la Colonia de Sierras Salinas gracias a las diferentes actividades que se realizaron durante su aniversario. Aunque pese a ello continúa resultando una ubicación sobre la que no tenemos total competencia y por tanto no podemos salvaguardarla con rotundidad de ciertos peligros medioambientales más o menos evidentes. Que no podemos proteger en caso de malas prácticas por parte de particulares o empresas más que mediante denuncia. Que queda en manos de “altas instituciones” a la hora de una correcta prevención y actuación contra incendios o en beneficio de flora y fauna.

Es cierto que no se trata tan solo de mirar, pensar la ciudad –por mi parte tampoco lo pretendía–, sino de buscar una mirada general de nuestro entorno, al menos del que somos responsables, de cara a proponer a esta Villena de hoy el dibujo de la Villena de mañana, de establecer la metodología capaz de llevarnos a consensuar en el futuro nuestras aspiraciones más que nuestros apetitos. La racionalidad y la ética por encima de esa comodidad inapetente que deja nuestro espacio común en manos de quienes no pretenden más que multiplicar sus inversiones. Hay que entender que no todo se hace mañana ni pasado mañana, pero un proyecto a largo plazo para pongamos la adecuación de un parque supone en primer término localizar el espacio adecuado: que se ajuste al tamaño pretendido, que cubra una demanda ciudadana, etc. Entender que no se trata de poner el parque ya, pero si “reservamos” el hueco hoy nos ahorraremos verlo ocupado cuando realmente podamos utilizarlo y cualquier modificación urbanística en sus alrededores contemplará el uso del futuro espacio. Entender que como nuestros hogares, nuestro municipio debe ser el lugar que queremos legar. Porque no es tarea de un día, ni de una década. Se trata de establecer unas líneas que regulen cómo debe ser para que algún día sea, más allá de los intereses de quienes miran sin ver un hábitat, sino un negocio.

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