El Ordenanza

Escribir para sanar

El Ordenanza. Capítulo 222

Escena 1

  • ¿No te vas a poner a escribir el capítulo?
  • Sí, sí. En un ratico me pongo.
  • ¿No estarás procrastinando, verdad?
  • ¿Procrastiqué?
  • Procrastinando.
  • ¿WTF?
  • Uno de esos vocablos tan de moda, ya sabes. Yo procrastino, tú procrastinas, él procrastina, nosotros procrastinamos…
  • ¿Un vocablo de moda? ¿Como «resiliencia»?
  • Mismamente.
  • ¿Y qué quiere decir?
  • Postergar, dejar de hacer algo para mañana.
  • Ya veo.
  • Es un cultismo. Su etimología es claramente latina: procrastinatio, procrastiantionis, nombre de acción del verbo procrastinare (remitir un asunto al día siguiente). Es un término jurídico e institucional que aparece en los discursos judiciales de Cicerón. Se forma con el prefijo pro- (hacia el futuro) y la raíz del adjetivo crastinus (relativo al día siguiente), formado a partir del adverbio latino cras (mañana), vocablo que no tiene paralelos indoeuropeos claros, salvo el falisco cra.
  • ¿Falisco?
  • Una lengua itálica, emparentada con el latín, hablada por los habitantes de una zona que forma parte de la moderna región del Lacio, el sur de la cual corresponde a la provincia de Roma y el norte a la de Viterbo.
  • ¡Hay que ver lo que da de sí la Wikipedia!
  • ¡Y el Diccionario Etimológico de Chile! ¡El DECEL!
  • Si no fuese por estas palabrejas, no sé qué sería de estos muchachotes musculados, barbados y tatuados que estudiaron dos semanas la carrera de Psicología y terminaron por opositar para lo que sea que se oposite.
  • ¡Cuidado con el término tatuado, por Dios!
  • ¿Qué pasa?
  • Que puede ser que ahora ya no sea socialmente correcto llamarlos así.
  • ¿Cómorrrrr?
  • Que ahora, mientras hablamos, puede que a algún o alguna iluminada o iluminado se le haya ocurrido el término inkada o inkado.
  • … Sí. Habrá que llevar cuidado con no parecer «demodé»
  • ¿Demodé?
  • Anticuado.
  • ¡Oh! Yo de ti no utilizaría ese tipo de expresiones.
  • ¿Demodé?
  • Sí. Puedes granjearte alguna enemistad de esas que te llegan a hundir en la miseria.
  • ¿Debo llevar cuidado con lo que escribo?
  • Sí. Es una consecuencia de la democratización de… de la democratización de todo.
  • No entiendo.
  • Por ejemplo: ahora ya no puedes decir «te la coges con papel de fumar». Queda mal… como ofensivo. Ahora tienes que decir «tienes la piel muy fina».
  • ¡Oh! Entonces lo del corte de mangas, se ha perdido para siempre, imagino.
  • ¡Hace añísimos! Ahora, como mucho, sacas el middle finger.
  • ¡Qué cosas!
  • Sí. Además, con la mencionada democratización global, cualquiera puede exponer lo que no le gusta de tu escrito y defender su postura.
  • Pero… ¿es eso cierto?
  • ¡Claro, hombre! Hay quien se atreve a decir cómo se deben escribir las cosas.
  • ¡Me pinchas y no sacas gota!
  • ¡Sí, sí! Se dan indicaciones precisas de qué escribir y cómo hacerlo.
  • Y, entonces, ¿para qué cojones sirven los escritores?
  • Para nada, realmente. Ya nadie lee: esperan a que salga la peli o la serie en Netflix.
  • ¡Joder, cómo ha cambiado el cuento!
  • Cuidado también con esa palabra.
  • ¿Cuento?
  • Es mejor que uses «relato» o, si es chiquitico, «micro-relato».
  • ¡Yo que escribo solo para sanarme!
  • Las cosas han cambiado: a nadie le interesa leer lo que alguien inventa y escribe, sino lo que uno quiere leer y de la manera en que quiere hacerlo.
  • ¡Luego no quieren que la gente procrastine! ¡Si, en vez de dejarlo para mañana, dan ganas de dejarlo indefinidamente!
  • ¡No se puede ir contra el lector, amigo!
  • ¿Ni cuando le ofreces lectura gratis?
  • ¡Si es gratis, mucho menos! ¡Lo que no vale un pastizal no tiene valor alguno para nadie!
  • La cosa se está poniendo bastante fea.
  • ¿Has visto cómo ha bajado el número de lectores de El Ordenanza desde que no te metes con nadie? La gente pide carne cruda: que critiques a la Familia Real, la Torre del Orejón y a Ken Follet.
  • ¿Ken Follet?
  • ¡Pero cuidao! ¡La gente ama a Ken Follet!
  • ¡Pero si es un brasas!
  • Un brasas que cobra los tochos que escribe como debe ser y que da a la gente lo que pide: libros que no se van a leer ni de coña, pero que son lo suficientemente gordos para que, en su estantería, se note su presencia. Así que no te metas con sus tochos y, sobre todo, ni se te ocurra compararte con él.
  • Paso de compararme con nadie, tranqui. Las comparaciones son odiosas. Lo que no entiendo es por qué no me puedo meter con él si, realmente, todos somos susceptibles de crítica.
  • Porque estamos en democracia.
  • ¿Cómorrrrrrr?
  • Como oyes. Imagina que alguno de tus lectores es fan acérrimo de Ken Follet y lee que piensas que es un pesao. ¿Cómo crees que se sentiría? ¿Eh? No tendría más remedio que hacerte saber en los comentarios que «por ahí no vamos».
  • ¡Oh! ¡Qué contrariedad!
  • ¡Incluso podría llegar a pensar que lo criticas por envidia!
  • ¡No había caído en ello!
  • ¡Pues estas cosas hay que verlas! ¡Te pueden traer valoraciones negativas con una estrellita y eso hunde a cualquiera!
  • Igual tienes razón.
  • ¡Claro que la tengo!
  • No sé qué decir…
  • No digas nada: escribe.
  • Pero ¿qué escribo?
  • Lo que quieras.
  • No, no. Lo que quiera no.
  • ¡Sé tú mismo!
  • ¡Sé tú mismo los cojones! ¡Menudo planazo para las mentes creativas! Seguro que eso de «sé tú mismo» también tiene trampa.
  • La tiene, la tiene… pero es lo que hay: o aceptas las reglas del juego o te mueres de asco.
  • ¿No hay más opción?
  • Sí: puedes escribir lo que te salga del nardo y ser underground, aunque eso también está bastante regulado.
  • Pues… no sé…
  • ¿No sabes? ¡Pues ponte a escribir, que estás procrastinando! ¡No puedes dejarlo para el último minuto!
  • Si no fuera por el último minuto, nunca se haría nada, Murphy.
  • ¡Esta me la apunto!

(Votos: 7 Promedio: 5)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba