Fuego de virutas

España con hache

Había transcurrido apenas media hora desde que empezó el examen. Terminó el primero y me lo entregó satisfecho. Un folio arrugado. Llevaba bajo el brazo la mochila abierta sobresaliendo una regla grande, de treinta centímetros, y un estuche orondo. Mal cerrado por imposible cerrarlo. También se veía asomar una calculadora y, embutida, una agenda ajada y pintarrajeada con tippex. Quería irse. Era la última hora y a pesar de que sabía que no podemos dejar salir hasta que no suene el timbre, habiendo terminado su examen, pidió permiso para marcharse. A saber. Pero siguiendo las normas del Instituto, no podía dejarle salir, tendría que esperar una media hora más. Hasta las tres menos cinco y...

No había terminado de dejar sobre mi mesa su examen cuando, tras ojearlo le digo: —Repásalo. Todavía tienes tiempo. Además hay una falta de ortografía.— Contrariado, frunció el ceño y... —Ah. Sí. Sí. Ya la he visto —dijo. E instantáneamente, sin dejar los bártulos y retorciéndose, porque quería seguir yéndose antes de hora, sujetando entre los dientes la caperuza del bolígrafo, fue clavando una hache, en minúscula, delante de todas las "españa" que él había escrito de manera reiterada también en minúscula. En el examen, si unas veinte veces quiso escribir España, unas veinte veces escribió "españa", con minúscula. Y si unas veinte veces estaba escrito "españa" con minúscula, unas veinte haches añadió a sus "españa" con minúscula.

Tirando de generosidad, aplicando esa munífica tolerancia pedagógica que estilan algunos profesionales, que aprovechando todo Pisuerga que pasa por Valladolid sacan partido didáctico a todo, incluidos errores injustificables, la España con hache que rápidamente "corrigió" nuestro alumno se podría argumentar, entonces, por su etimología latina. España con hache, sería posible; derivada del latino Hispania. Lo que ya preocupa en el caso de España son las minúsculas. La minúscula convierte al nombre propio en nombre común. No es lo mismo desayunar leche con magdalena que desayunar leche con Magdalena. No es lo mismo pagar por la luz que pagar por "la" Luz. Como no es lo mismo vivir en pelotas que vivir en Pelotas. La victoria que la Victoria. Nuestra historia. Y así muchos ejemplos. Como un estado no es un Estado. Además, minúsculo, minúscula, puede significar algo de poca entidad. O algo pequeño.

Escribir con minúscula España debilita la esencia del concepto. Denuncia una percepción débil de su realidad. Pero viviendo lo que vivimos yo no sé si España es cada vez y tristemente más "españa". Con minúscula. La España con mayúsculas sólo parece emerger cuando el deporte se traduce en orgullo. Por los triunfos. En el fútbol, en el baloncesto, en el tenis, en el ciclismo, en automovilismo, en... En cualquier palestra donde el éxito de los que sentimos como nuestros nos hace sentirnos orgullosos de un ser común. Pero ese sentimiento de orgullo se ve menos sobre realidades que particularmente más nos interesan. Así, nos duele que para el ser español este año haya pasado casi desapercibida la efemérides del bicentenario de la Constitución de 1812. Por cierto, volviendo a la dicotomía entre minúsculas y mayúsculas, no es lo mismo salvaguardar la constitución que salvaguardar la Constitución. Y no pretendemos alimentar chauvinismos, sino alimentar sentimientos de saberse común para servir como común y crecer en sociedad. Y para esto, la Constitución de 1812. Como Constitución que nace y se organiza desde la ciudadanía representante de la Nación, desde la voluntad de sus ciudadanos. Como vinimos a decir cuando a principios de año escribimos "¡Viva la Pepa!".

Seamos lo que queramos ser, pero seamos en común. Con hache o sin hache. Pero en mayúscula. Para servir.

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