De recuerdos y lunas

Expolio

No es la primera vez que se nos informa de vandalismos o robos contra el patrimonio histórico de la ciudad. Un día fueron aldabas de puertas, otro día puertas. Un día un monumento, otro día un puente. Que fue el de los Cristales, o el de los Espejos. Brillo de yesos. Brillo de sales en los Saleros. Y así, entre lo que se nos muere de por sí y entre lo que matamos por abandono o expolio, se nos pierde el pasado de agarraderos para la memoria. Y sin memoria no somos. Acaso presente anhelante de futuro. Sin referencias perdidos.

Lo último que hemos sabido es la denuncia contra saqueos en el castillo de Salvatierra. Justo donde se explica y comprende toda la Villena ancestral. Porque quien quiera entender la historia de Villena, desde sus orígenes hasta ahora, tiene que subir a Salvatierra donde viven las almas de nuestros hijos ilustres. Allí juegan a vernos y a decirnos lo que tozudos no vemos ni oímos. Así nos va. Estoy seguro de que sus almas están allí porque más de una vez las he sentido pulular o... –utilizando verbo hernandiano en elegía– pajarear.

Quien remueve las entrañas en Salvatierra no hace sino remover las entrañas de la Villena milenaria. La Villena de los artesanos, agricultores, ganaderos, guerreros y sacerdotes que encendían su frente de sol. Entre plantas aromáticas. Entre humedales vivificadores y sales de riqueza. Y si ese remover entrañas se hace como se hace, con la avaricia que sólo busca los tesoros que la tradición popular sueña, sólo encontrará pesadillas. Y nos saldrán los muertos de nuestros muertos que se quejan porque no les dejamos descansar en paz. A los muertos hay que tratarlos con mimo como los tratan quienes con ciencia no buscan sus riquezas sino su memoria para reconstruir la nuestra. Así los buenos arqueólogos.

El catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alicante, Mauro S. Hernández, al que Villena tanto debe y al que personalmente debo fructíferas inquietudes como alumno suyo que fui, publicó hace años un artículo titulado "La historia mutilada" (Información, 16.05.1993) donde denunciaba la irresponsabilidad y el delito de aquellos que usurpan o deterioran elementos del patrimonio histórico. Fue cuando algunos desalmados, necesariamente ayudados con una máquina radial, extrajeron en pleno monte, en la pared de un abrigo roquero, dos "cuadros" de piedra de unos 18 cm. de lado y de 0,9 a 3 cm. de profundidad –nos precisaba Mauro– con pinturas de figuras humanas abstractas en color rojo. Concretamente en Benirrama, en la Vall de Gallinera, Marina Alta. Tierra de moriscos. Entonces, nuestro apreciado profesor, confesaba su incomprensión ante quienes robando una obra de arte se verían obligados a no compartir su contemplación para no desvelar su delito o para quienes extrayendo un elemento patrimonial de su conjunto le hacían perder, descontextualizado de un todo, todo su valor.

Pero quienes clandestinamente escarban yacimientos –que no excavan– buscando riquezas, les importa una higa el patrimonio y los demás. Van a lo que van. Son idiotas delincuentes que con egoísmo sólo ven oro en el oro de los tesoros antiguos y alteran estratos distorsionando el orden de la historia. Desordenando el tiempo. Así, como ellos desordenan el tiempo para siempre, así se les desordenen sus sueños en pesadillas y nunca descansen en paz por la conciencia removida como la tierra que hurgándola revolican. Así no puedan dormir nunca tranquilos. Mientras tanto, nuestros arqueólogos, nuestras arqueólogas –sean homenaje estas letras especialmente para Laura Hernández y Luz Pérez como excusa por no poder ir a su conferencia– ordenen tiestos entre tiestos para contarnos el barro que fuimos.

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