Fatalidades, coincidencias y otras casualidades
El picador Andrés Castaño Cigarrón, que iba en la cuadrilla de Emilio Torres Bombita, murió en la Plaza de Toros de San Sebastián por causas ajenas a la lidia. Esto sucedió en agosto de 1901 y mientras su compañero, el picador Rafael Alonso El Chato, leía la noticia en voz alta y explicaba que la muerte se había producido debido a una fatalidad por un colapso, otro torero allí presente entendió que la culpa fue de un colazo y exclamó: ¡Malditos toros, hasta con el rabo matan!
También es casualidad que en Villena los peatones debamos ceder el paso a los vehículos en los pasos de cebra. Esto es algo que ya forma parte de la costumbre y todos, autoridades, policía y contribuyentes, lo asumimos como algo natural. Cuando ustedes llegan a un paso de peatones deben mirar a derecha e izquierda y si viene un coche se detienen hasta que el vehículo se marche. Lo que me sucedió el pasado domingo seguramente fue fruto de la casualidad porque me atropelló una furgoneta que todavía no se veía venir cuando me atreví a poner el pie sobre el paso de cebra. Lo prometo, porque si me hubiese percatado de su proximidad y a la velocidad que venía le hubiese cedido el paso, que es lo normal. Afortunadamente, tras el atropello no se observaban daños en el vehículo y las únicas consecuencias fueron para mí y no más que una paliza. Se lo estuve contando a un torero que me telefoneó para preocuparse por mi estado de salud y le decía bromeando que ya he probado algo que debe ser muy parecido a la voltereta de un toro. ¡No, un coche es peor!, me respondió con su impronta.
Y hablando de casualidades les voy a preguntar sobre el hecho de que en una montería, celebrada en una finca de Jaén, coincidieran el juez Garzón, la fiscal anticorrupción de la Audiencia Nacional, el Ministro de Justicia y el jefe de la policía al mando de la operación Gürtel. ¿Se trata de una fatalidad, de una coincidencia o de una casualidad? Ya saben que esta operación se ha organizado para destapar algunos asuntos de presunta corrupción que podría afectar a empresarios y políticos del Partido Popular. Por ello y para evitar malas interpretaciones quiero mostrar mi acuerdo con toda operación dirigida a descubrir, juzgar y condenar, si procede, a los corruptos. Sin embargo me rebelo contra la existencia de distintas varas de medir y ante la afirmación de que este encuentro cinegético fue casual y que en él no se habló de la trama. Seguro que se discutió el asunto y probablemente se terminó de organizar.
¿Estamos ante un nuevo caso de cohecho y prevaricación? ¿Se ha repuesto Garzón del impacto que le supuso conocer que Franco ha muerto? ¿Fue Montesquieu la verdadera víctima de la cacería? ¿Nadie es capaz de poner límites a este Gobierno?
Un colapso es una fatalidad y un atropello sobre un paso de peatones en Villena es una puñetera casualidad, pero la garzonada no podemos llamarla coincidencia.