Feike Veldman, un tulipán villenero
Dicen que el ser humano es el más capaz, entre todas las especies vivas, de entenderse socialmente, porque se le presupone una mayor inteligencia; si bien es tan contradictorio que también está avezado para entregarse solidariamente o para dañar a los demás, dependiendo si tiene instintos fraternales o egoístas. Sabido es, igualmente, que entre nosotros hay personas con una fácil adaptabilidad al entorno y otras que, por el contrario, padecen desajustes de integración. Feike Veldman pertenece a la primera categoría, pues le ha bastado usar su inteligencia y ofrecer su corazón abierto para incorporarse a la vida y costumbres villenenses como si sus raíces fuesen de aquí.
Feike nació en abril de 1945 en la localidad holandesa de Slochteren, cerca de la frontera alemana, y a los cinco años se mudó con su familia a Groningen, su capital provinciana. Ya adolescente, se traslada a Ámsterdam, donde cursa estudios de ingeniería para el ramo textil y de confección, creando después su propia empresa, al igual que hizo su padre. Su progenitor tuvo que cerrarla por la competencia desleal de productos de Taiwán, Feike por la de Corea; los primeros efectos de la globalización. Así que cansado y malvendido su negocio, se marcha a la Costa Brava como guía turístico en 1969 y continuó su andadura en Roquetas de Mar en los años setenta.
Fue uno de los pioneros en la promoción turística de ese enclave almeriense y hasta llegó a ser Director de una Agencia de Viajes durante seis años, representando a una mayorista alemana que organizó los primeros vuelos al aeropuerto de Almería, pero volvió a su país decepcionado por una crisis turística europea. Crea entonces, en su tierra, una empresa de importación de zapatillas babuchas que más tarde tiene que volver a vender, lo que le obliga a replantearse su vida empresarial para cambiar de chip y reconducir su actividad por otros derroteros. Se alista como voluntario en una Fundación de Ambulancia de Animales y posteriormente gestiona el marketing y la presidencia, durante diez años, de su Federación Nacional.
Estrecha relación entonces con el director de la Fundación AAP, con sede en Almere, encargada del rescate y acogida de animales. Siendo Feike un hombre de garantías, experiencia y dominador de idiomas, le ofrecen dirigir las obras de la Fundación AAP Primadomus fuera de los Países Bajos, pues allí no hay terreno suficiente para crecer ni la climatología idónea para este proyecto. Después de infructuosos intentos por distintas circunstancias de asentarse el plan, en Relleu primero y en La Zafra después, consigue la Fundación unas cien hectáreas con suficiente espacio en el Rincón de Moro, en las faldas de la Sierra de Salinas.
Así que este buen hombre desembarca por primera vez en Villena con un nuevo reto. Lo hace el uno de septiembre de 2007 y se encuentra un ambiente prefestivo y casi todo cerrado, excepto los comercios. Vivió las primeras Fiestas de Moros y Cristianos con incrédula alucinación, hasta el punto que creyó que eran carnavales. Consolidó con su gestión Primadomus en Villena y se fue integrando con una facilidad asombrosa a nuestra vida y costumbres. En el año 2009 el buen amigo Pascual Pérez le propone salir de Pirata, acepta el lance y luego empieza a formar parte de sus arcabuceros. Su constancia y fidelidad han conseguido que este año, 2018, sea el Capitán de la Comparsa.
En 2011 se aventuró en el concurso de monólogos y desde entonces se ha convertido en un consumado especialista, escribiendo guiones y presentando los mismos, acompañado por su amigo Samuel Martínez, guía turístico del Castillo y con quien compartió la experiencia de recepcionar a los visitantes de nuestra emblemática fortaleza. Experto participante en concursos de gachamigas, implicado en el Entierro de la sardina, colaborador de la Asociación de Vecinos del Rabal, comprometido con las actividades del VEM (Villena es Música), participante en los Cafés-Teatros, aficionado a las actividades ecuestres para las jornadas del Rocío
Incansable, solidario, activista de tradiciones y costumbres, entregado a cualquier causa noble, luchador y con un espíritu eternamente joven, Feike se refugia en su céntrica y soleada casa cuando acaba el día, intenta ordenar sus infinitos papeles apiñados, llenos de proyectos e ideas y sobrevive cada día a la ausencia irreparable por la pérdida de su segunda esposa, Ootie. Y en su memoria, vuelve a recargar las pilas para inflarse de más coraje y de más fuerza cada nuevo día que nace. ¡Larga vida a Feike!