Cultura

Festival de Mérida

Arrastrado por la extravagancia de la programación de la noche del sábado, alternando el soberbio programa Todos ahhh cien con la supuesta mediocridad gratuita, el pasado fin de semana me llevé una sorpresa, encontré dentro de la tonta caja la gala de presentación del Festival de Teatro Clásico de Mérida.
Allí me detuve, en la 2, dónde si no, pasada la una de la madrugada. Festival de teatro clásico, aunque al decir “clásico” se incurre en menor incorrección que al hacerlo refiriendo a la música, sigue siendo erróneo. Festival diría que como las piedras que lo rodean promueve el teatro clásico romano (también el griego ¿…?). Festival cuyos organizadores escogieron a Buenafuente y compañía para su presentación. A nadie escapa la popularidad de Andreu, como a mí no se me escapa que no más de cuarenta personas se tragaron la emisión. Por tanto iré al grano: Buenafuente acometió el evento como uno de sus programas, y se encontró con que a su descuidado e inoportuno monólogo apenas le dieron bola.

Para asistirle apareció el Follonero. Apostando por el ataque personal abordó a las autoridades políticas de Extremadura con dardos envenenados del todo a 100: que si el AVE, el aeropuerto, etc., hasta llegar a su carta bajo la manga, truco que consistió en comparar al presidente autonómico con Peter (el de Padre de Familia). La peor respuesta que Jordi pudo recibir fue cuando le informaron sobre la falta de señal de la Sexta en la Comunidad. De vueltas con Andreu y sus tonterías llegó la intervención de Berto. En la línea de su personaje televisivo catalogó de desastre la presentación –esta vez no se equivocó– y mantuvo la tónica de deslucimiento de la gala. Y así resultó la propuesta del Terrat, que salvo las finas ironías en las comparaciones de Extremadura con Cataluña, concurrió del modo más patético y desganado que se puedan imaginar. Culpa a mi entender de la actitud paleta que lleva a “fichar” a la “gente del momento” –ya de por sí saturada de trabajo– para atraer a la audiencia. Pero dejando el despropósito a un lado, diremos que nos encontramos un festival de suma importancia en vista de los objetivos propuestos para el espacio concreto. Y si olvidamos la desentonada presentación del Terrat, donde la bufonada estúpida no condujo a la promoción, se brindó la oportunidad de presenciar la puesta en escena de grandes textos clásicos que dejan las truculencias del más sonado culebrón a la altura de los tobillos. A favor del Festival y sus propuestas les diría: más les vale temer los textos de los siglos A.C. que éstos de los siglos D.C.: les aseguro que disfrutarán sin extrañeza de un teatro que valida cada año su persistencia e influencia.

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