Fin de fiesta y voto bandolero
Ya han pasado las fiestas. En un abrir y cerrar de ojos, entre bostezos de cansancio, resaca y sueño, han desfilado los días hasta su finiquito. Lejos queda ya ese dulce pregón. Anecdótica esa caída de un cabo que, sin saber beber, de bruces acabó en el asfalto; porque queda feo que se desplomen los festeros rompiendo la marcialidad, pero es mucho más desagradable que un jefe de filas roce la irresponsabilidad ante una ilusión expectante.
Patético sigue siendo que, con la crisis que cae, siga la gente empeñándose con el prestamista de turno por empecinarse en salir. Bochornoso resulta que, entre los desfilantes, festejaran sus mejores galas algunos empresarios que, sin vergüenza alguna, adeudan buenos dineros a otros subalternos, tan festeros como ellos.
Pero ya todo pasó y entre las resacas, los empeños y las deudas vuelve todo a su cruel y cruda realidad, como nuestro equipo gobernante, que reanuda la actividad en el mismo punto que lo dejó, con esas sabias palabras de Celia sobre bandoleros de la democracia. Me incomoda volver a rescatar el tema pero lo considero de tal cinismo que es necesario dejar los puntos sobre las íes. A nadie le gusta que de su redil se vaya gente y haga la guerra por su lado. Soy de la opinión de que las leyes electorales deberían prohibir el transfuguismo. Esto no ocurriría si existiesen las listas abiertas pero, siendo cerradas, el que abandona debería dimitir y que entrase el siguiente. Pero estando el asunto sin resolver hay lo que hay, guste o no.
Que la Generalitat se invente una Ley que impida a los No Adscritos presentar mociones me parece esperpéntico también. En Villena el voto del concejal número uno vale lo mismo que el voto del edil número veintiuno. O así debería ser. No es de recibo que para la construcción de la plaza de toros los votos de los NA sirvan, es decir, sumen, y para propuestas que no satisfacen al equipo de gobierno no valgan, o sea, resten. ¿En qué quedamos? Estos votos ¿sirven para unas cosas y para otras no cuentan? Si esto fuera así redúzcanse para las próximas elecciones el número de concejales y pásense de los veintiuno a los dieciséis. ¿A que esto tampoco cuela? Dígase entonces, alto y claro, que esos cinco votos son útiles para lo que conviene y marginados para lo que no interesa. ¿Es esto lo que entendemos por democracia?
Recuerdo a los populares que el 10 de junio del año 2003 Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, diputados socialistas madrileños, provocaron con su deserción que la Presidenta de Madrid fuese Esperanza Aguirre y no Rafael Simancas, su verdadero candidato. Dos votos traicioneros que vinieron estupendamente a la hoy presidenta, y nadie del PP se quejó de esos bandoleros de la democracia. Así pues lo que para unos son bandoleros para otros son héroes. No existe por lo tanto la misma vara de medir y cualquier afirmación al respecto, a favor o en contra, será siempre subjetiva, dependiendo de los intereses de cada cual. Explicado esto aconsejo a nuestra alcaldesa que modere su discurso al referirse a los bandoleros y a quienes los defienden, pues esos mismos votos lo mismo le atosigan en un momento que le dan ventaja en otro.
Que la vida política es ingrata lo sé de primera mano, por eso mismo los que votamos a unos y a otros aspiramos a que nuestros políticos, del uno al veintiuno, sean por lo menos honestos; que no jueguen con palabras de ahora sí, ahora no; que no crean que todo vale y todo cuela; que si se equivocan pidan disculpas y si aciertan vayan con Dios. Y que pronto llegarán otras fiestas y habrá pregón y desfiles, algún cabo besará el suelo y algunos empresarios fanfarrones seguirán paseando sus cuerpos adeudando, otro año más, a festeros felices, impagados y empeñados.