Apaga y vámonos

Gefeliciteerd, en Feike Ootie!

Entre las casualidades y recovecos (¡corre al diccionario, guiri!) que el devenir de la existencia va tejiendo en nuestras vidas, resulta difícil saber qué fue lo que sucedió primero, si fue Rosa quien os conoció en la terraza de la confitería, o tal vez en La Bodega, tratando desde entonces a Ootie con ese cariño y esa ternura tan especial que le profesa, o si fue Carlos el que, al ver vuestras cazadoras naranjas con el logotipo de la Fundación AAP, os abordó en el antiguo JJ para entresacaros información sobre Primadomus con la excusa de compartir alguna cerveza y un rato de conversación.
Respecto a lo que sí existe mayor claridad es sobre lo que sucedió a partir de entonces, pues lejos de quedar la cosa en un encuentro casual con unos guiris jubilados, nuestras citas fueron multiplicándose con el tiempo, fruto de la intensidad –voracidad, más bien– con la que nuestros nuevos vecinos se aplicaron a la tarea de conocer a Villena y a sus gentes, su gastronomía y sus locales de ocio, sus asociaciones y sus vinos… y, todo hay que reconocerlo, a causa de las propias aficiones de quienes escriben a cuatro manos esta columna, que no es que hagan precisamente vida monacal. Así, los fines de semana llegaron a convertirse en una especie de espera del inevitable encuentro, ya fuera en La Bola o en La Espuela, en Warynessy o en El Túnel, en el JJ o en La Andana…

Cualquier excusa era buena –la presentación de un libro, la inauguración de una exposición de cuadros o fotografías, una conferencia, una cata de vinos o cervezas…–, y si no teníamos excusa, nos la inventábamos. Bastaba encontrarnos un domingo a la hora de la comida y la cosa se sucedía con total normalidad: Feike se sienta en nuestra mesa a compartir la paella y un vinito californiano gentileza de Carlos Camañes; se acercan a saludar Loli y Pascual y sin darnos cuenta estamos viendo fotos de cuando una bandera roja, amarilla y morada cubrió la Torre del Homenaje del castillo de la Atalaya mientras encargamos el cuarto gin-tonic de la tarde. Y como es domingo y no son horas ya, lo mejor es quedar emplazados para otra paella, esta vez en el campo de Tere y Chimo, y disfrutar de ese misterio maravilloso consistente en juntar en una casa a 8 semidesconocidos y acabar firmando una jornada inolvidable con paseo por la Avenida de la República incluido.

El paso del tiempo y la enfermedad de Ootie acabaron espaciando estos encuentros –que en muchos de los casos no se comprenderían sin la presencia de vuestro inseparable Juanjo–, pero no hay bombona de oxígeno capaz de retener a esta testaruda neerlandesa, que a pesar de los pesares es capaz de apuntarse a un bombardeo, ya fuera la fiesta de despedida de Feike tras dejar de trabajar para Primadomus, la degustación junto a Carmen y Pascual de los primeros espárragos holandeses de la temporada o vuestras propias Bodas de Plata, cuando hemos tenido ocasión de conocer mejor a vuestros hijos –fue un placer, Waika y Mark– y vuestros amigos, compartiendo una gran velada con todos ellos y comprendiendo aún mejor qué es eso que os hace tan cercanos y tan queridos por todos.

Amigos Ootie y Feike: no nos preguntéis cómo es posible que dos guiris de sesenta y tantos hayan podido entroncar tan bien con dos villeneros de treinta y pico, porque no tenemos respuesta. Lo único que sabemos es que ha sido un placer y un honor conoceros, y aquí estamos para lo que necesitéis. Un abrazo y enhorabuena.

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