De recuerdos y lunas

Gente muy simpática

En octubre de 2005, en una entrevista de Fernando de Haro a Alejandro Llano Cifuentes, cuando el periodista preguntó al profesor filósofo si notaba un deterioro generacional de los alumnos, Llano respondió: "Sí. Siento decirlo: tengo alumnos estupendos y gente muy simpática, pero cada vez saben menos. Hace unos años, cuando explicaba algo en la pizarra ponía palabras en griego; dejé de hacerlo. Hasta hace poco ponía palabras en latín; dejé de hacerlo. Ahora a duras penas consigo que se entienda el castellano. Los que saben latín o alemán son una minoría. Las referencias culturales prácticamente han desaparecido. No hay una estructura histórica. Por ejemplo, la diferencia entre el siglo XIV y el siglo IV no está muy clara para mucha gente."

Los alumnos de los que hablaba Alejandro Llano eran alumnos universitarios. Si esta ignorancia se sentía con pesimismo y con experiencia desde la Universidad qué podríamos decir quienes bregamos también en la enseñanza preuniversitaria. Más de lo mismo pero antes. Es en los colegios y en los institutos donde atisbamos esas taras que denuncia el catedrático. Y no se trata de que sepan cosas concretas pero sí que tengan referencias más allá del bagaje a veces generoso de la televisión. Los dibujos de los Simpson, por ejemplo, en ocasiones se revelan como enciclopedia para mis alumnos en el Instituto. Algunas referencias que hago al pasado más inmediato –los sesenta, los setenta...– les suenan por los Simpson. Pero es poco más que un murmullo, una etiqueta que se repite: "Sale en los Simpson". "Lo nombran en los Simpson". Luego están los latines y los griegos que dice el filósofo. Aquí sí que se ha perdido mucho. Y son raíces. Son fundamentos. Y también la estructura histórica. Que no se trata de saber fechas sino de saber colocar los fenómenos en un contexto determinado para comprenderlos mejor.

Entre tantas cosas que nos llegan redireccionadas por el correo electrónico me llegó lo de la conferencia de un tal Ronald Gibson, presentado como médico de familia inglés. Lo de "un tal" no es desprecio hacia la persona sino declaración de mi desconocimiento, pues hasta ese día no sabía nada de Ronald Gibson. Muchas veces estos documentos me suenan a anécdota inventada pero –si non è vero è ben trovato– si no es verdad está bien traído. La conferencia que dicen de Gibson nos sirve para redundar en lo que nos preocupa. Según cuenta el relato, el doctor Gibson, hablando del conflicto generacional, arrancó su exposición citando cuatro testimonios sobre la juventud. Cuatro testimonios desalentadores y pesimistas. Lo efectista del conferenciante culminó cuando descubrió a los autores y época de las citas. La más moderna de las frases lamentándose de los jóvenes era de Sócrates, de finales del siglo V a.C., precisamente era la frase que hace tiempo trajimos en este "De recuerdos y lunas" cuando escribimos "Cosa rara" para, como el doctor Gibson, quitar preocupación a la preocupación.

La juventud ha preocupado siempre. Los adultos, como si hubiéramos olvidado que fuimos jóvenes, a menudo nos lamentamos de los jóvenes y los llenamos de reproches. Porque nos irritan, a veces, sus modas y porque más nos encolerizan, a veces, sus modales. Ellos se sorprenden de nuestros regaños porque les queda lejos la raíz de nuestro desasosiego que fundamentamos en nuestra experiencia. Experiencia que nos castra para hacer lo que hicimos.

Como dicen que dijo el doctor al final de su conferencia habrá que relajarse porque la cosa siempre ha sido así. De acuerdo. Pero otra cosa es la ignorancia. Contra ella habrá que rebelarse siempre. No bajar la guardia. Porque ignorar es esclavitud.

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