¿Cómo están ustedes?

Gómez de la Serna

Hace cincuenta años, el doce de enero de 1963, moría en Buenos Aires Ramón Gómez de la Serna, autor de las greguerías, esos felices textos breves, tantas veces alegoría ingeniosa, aforismo sugerente, juego de palabras, chiste... —Humorismo más metáfora —según el propio escritor. Hombre de excentricidades, alejado de convencionalismos, impartía conferencias sobre un trapecio, leyendo en un rollo de papel higiénico, o sobre un elefante; como dicen que hizo en Madrid, o en París en el Circo Medrano, aquel circo de Montmartre que inspiró a Toulouse-Lautrec y a Picasso entre otros artistas. La vida de Ramón Gómez de la Serna, dedicada a la literatura, fue literatura.

Acabo de estar en su domicilio y la extrema gravedad persiste sin esperanza –informaba Pedro Massa, corresponsal de ABC en Buenos Aires, dos días antes de la muerte del escritor. Gómez de la Serna se encontraba afectado por una grave dolencia provocada por un proceso gangrenoso en los pies. La grave dolencia era una arteriosclerosis a la que se sumó un cáncer en el intestino delgado. El mismo Pedro Massa escribirá una entrañable crónica y entrevista a Luisa Sofovich, –Luisita– mujer de Ramón, donde describe la agonía del escritor. El artículo se publicaba en ABC en la edición de 13 de enero cuando el literato ya había muerto.

El artículo es periodismo del bueno porque, con intimismo, nos lleva al lugar y nos contagia el sentir de la noticia: "Escribo estas líneas después de permanecer una hora en casa de Ramón, en compañía de su mujer, Luisa Sofovich, y del hijo de ésta. Tarde tristona aquí dentro, aunque el sol pega fuerte en los cristales del ventanal que da a la calle de Hipólito Irigoyen, a la vera misma del palacio del Congreso." Y tras punto y aparte sigue: "Sin la presencia de Ramón, todo esto tan íntimo, tan suyo, aparece como envuelto en un silencio hondo, en una media luz desvaída y opaca. Hablamos lenta, quedamente, como si ninguno de los tres quisiéramos despertar a Ramón, que dormita en la alcoba contigua. Más que dormitar, lo que hace es estar sumido en un sopor interminable. Estamos seguros que si hablásemos alto no nos escucharía en modo alguno. Sin embargo, nuestra conversación se va deslizando en tono bajísimo, como para no alterar lo más mínimo esta dolorida quietud que invade el gabinete de trabajo del gran escritor, rutilante, a pesar de las sombras, de mil cosas extrañas." (...) "Nos acercamos a la puerta de la alcoba y desde allí contemplo a Ramón en un lecho bajo, dormido y con un sereno respirar. —¿Cuál ha sido la última palabra del médico, Luisa? —le pregunto al tiempo de despedirnos. —Que todo es cuestión de horas." Y así fue. Cuestión de horas.

Gómez de la Serna, sufriendo la situación de una España en los años treinta en creciente tensión, doliéndole esa patria crispada que también se manifestará entre los componentes de la tertulia del Pombo, se autoexilia al estallar la guerra civil, instalándose en Argentina. Y ya, salvo en una ocasión para dar algunas conferencias que no completará aumentando su desencanto y hastío por una sociedad que no reconoce, no volverá sino después de muerto, requerido entonces por el Ayuntamiento de Madrid a unas honras fúnebres –nos lo cuenta Antonio Muñoz Molina en su blog "Escrito en un instante"– con mucho boato franquista. Esto a pesar de que cuando estalló la guerra civil estaba entre los firmantes de la fundación de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura.

"Todas las pompas son fúnebres" —nos recuerda Muñoz Molina citando al maestro. Greguería de Ramón.

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