Haciendo el bobo
El régimen por el que actualmente nos regimos en España es un timo, igual que ir a los toros. Las bases en ambos casos son las correctas pero el grado de degeneración alcanzado es preocupante. Primero les contaré por qué es preocupante y después valoraré el grado.
La preocupación viene porque la base del sistema es que la Soberanía Nacional reside en el Pueblo, que es quien sostiene el régimen político a base de participar en las Elecciones, pagar los impuestos y tragar de modo mayoritario. La minoría no participamos en los comicios pero pagamos los impuestos para evitar sanciones y tragamos como los primeros. Pero es un hecho que la sociedad española acepta de buen grado la situación, porque en caso contrario no se explicaría el enorme respaldo que tienen los vigentes partidos políticos dirigidos por los culpables del saqueo. Por eso es preocupante.
Las corridas de toros representan a la sociedad en escala reducida y los espectadores los ciudadanos sufren una estafa tras otra pero siguen manteniendo un espectáculo fraudulento tarde tras tarde. Con un enorme cabreo, pero continúan dejándose robar en las taquillas cada vez que transigen con reses inválidas y diestros desvergonzados. Y esto ocurre con demasiada frecuencia en demasiadas plazas. Por eso es preocupante.
La muerte de Franco trajo aires de democracia, deseos de reconciliación y opciones de futuro. Se proclamó la Constitución, se dio paso a las Autonomías surrealismo desde sus inicios y se abrió por completo el panorama político, estando muy bien todo ello.
Sin embargo, en seguida comenzaron a desvirtuarse estos puntales, las administraciones autonómicas se convirtieron en cortijos y los partidos que las regentan en multinacionales inventoras de una nueva profesión con su abominable promoción interna. Ahora tratan de moderar el percal porque han visto las orejas del lobo, cuando cualquier ejercicio económico siempre debe controlarse y ajustarse al presupuesto. También debieron aplicarlo desde el primer ejercicio autonómico.
La tauromaquia supone el enfrentamiento entre un hombre y un toro, donde el hombre se vale de sus facultades físicas y sus conocimientos para lidiar a un bravo y fuerte animal, creando un espectáculo donde el público se halle maravillado y sobrecogido. Sin embargo, muy distinto a esto es lo que sucede en los ruedos, tratándose de excepcionales las corridas que se ajustan a lo que debe ser la Tauromaquia y la degeneración resulta tan evidente como la impunidad con la que se desenvuelven los políticos nefastos y los taurinos sin escrúpulos.
Para reclamar a un Ayuntamiento los intereses acumulados por el dinero que debe hay que acudir a los tribunales. En cambio, a quien no paga los impuestos en plazo, el Ayuntamiento se los reclamará por la vía de apremio con intereses de demora incluidos. Si un Ayuntamiento carece de interventor se paralizan los pagos de las facturas de sus acreedores pero no los de las nóminas de la curia.
Para ver una corrida de toros en su integridad, apenas existe una docena de plazas donde acudir y estamos permitiendo que piensen que somos un poco bobos.