Apaga y vámonos

Hipocresía y doble moral

“El Gobierno y yo personalmente he autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación y quiero que los españoles lo sepan. Otra cosa distinta es la materialización de esas conversaciones, lo concreto, que eso tiene que estar sujeto al principio de la discreción y la reserva. Si se llega a un final de cese definitivo de la violencia, eso será por todos y para todos, no será de unos contra otros, y todos habrán contribuido a ello y todos participarán del mismo. A la oposición le pido mucha tranquilidad. Hay muchas razones para que todos los grupos parlamentarios y todos los partidos, y para que el principal partido de la oposición, esté sumamente tranquilo en toda esta cuestión”.
Así se despachó José María Aznar –pueden escuchar la grabación de dichas declaraciones descargando el archivo adjunto– el 4 de noviembre de 1998, siendo Presidente del Gobierno, cuando dio vía libre a unas negociaciones con ETA llevadas a cabo en Suiza y que concluyeron con un acercamiento de presos a las cárceles vascas a cambio de nada. Lamentablemente, por supuesto. Y digo lamentablemente porque Aznar, como con anterioridad Felipe González (en Argel), no consiguió el objetivo por el que suspiramos todos los españoles desde hace 40 años: el fin de ETA. Era su obligación intentarlo y nadie le acusó de fracasar, porque en esta batalla estamos todos juntos. O por lo menos lo estábamos. Lo estuvimos con Suárez, lo estuvimos con González (en las negociaciones, no en el GAL), lo estuvimos con Aznar… Pero ahora Aznar y sus seguidores más cerriles no quieren que estemos con José Luis Rodríguez Zapatero.

Amparado en su guardia pretoriana de Acebes y Zaplanas (¿podría alguien explicarme el papel de Mariano Rajoy en el PP?), en los obispos más reaccionarios y en la derecha mediática, el asalariado del magnate Rupert Murdoch niega ahora a ZP lo mismo que en su día pidió para sí en un ejercicio de hipocresía que habría de quedar retratado para la posteridad en los manuales de Historia de España.

Aunque no deberíamos extrañarnos. La derecha más ultramontana, ésa que se cree propietaria de una Constitución que en su día rechazó (léanse los artículos publicados por el joven Aznar en “La Nueva Rioja” despotricando contra nuestra Carta Magna), ya no puede sorprendernos. Dejando de lado al pequeño Talibán de Sacristía, miren si no el compañero de pádel del ex, Pedro J. Ramírez, que desde sus editoriales de “El Mundo” niega ahora el pan y la sal al gobierno cuando en 1998, durante la negociación de Aznar, afirmaba que “hace falta que todos los partidos vascos se reúnan y hagan un ejercicio de consenso realista”. Ese todos los partidos incluía a Euskal Herritarrok, la marca abertzale heredera de Herri Batasuna, cuya dirección había sido encarcelada por difundir un vídeo de ETA. Y aunque eso no suponía ningún obstáculo en 1998, El Mundo ha dado ahora un giro de 180 grados para sostener que “aunque Batasuna recuperara la legalidad, seguirá siendo un partido cuyos miembros han alentado, jaleado e incluso ayudado a quienes han colocado bombas”. ¿Y acaso antes no lo era?

¿Saben que creo? Pues creo que en el PP están acojonados porque piensan que si ZP consigue llevar a buen puerto la negociación no vuelven a ganar unas elecciones en 50 años, mostrando así una absoluta desconfianza en su propia capacidad de generar ilusión entre los españoles por una alternativa de gobierno. Y también pienso que están anteponiendo sus intereses partidistas al interés general de todos los españoles, seamos de derechas, de izquierdas, apolíticos o del Atlético de Madrid.

Mucha suerte, señor Presidente. Ojalá lo consiga.

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