Fuego de virutas

Hobsbawm

De historiador a historiador, Orlando Figes había dicho de él que era "el historiador vivo más conocido del mundo". Vivo hasta el uno de octubre pasado porque, con noventa y cinco años, Eric John Ernest Hobsbawm falleció en Londres. Descanse en paz.
Autor entre otras obras de una trilogía de las eras que finalmente resultó tetralogía –la era de la Revolución (1789-1848), la era del Capital (1848-1875), la del Imperio (1875-1914) y, sobre el siglo XX, la era de los Extremos (1914-1991)– nos ofreció una estupenda visión de la historia contemporánea universal desde la Revolución francesa a la desmembración de la URSS. Atendiendo al último de los libros que citamos, el de la era de los Extremos –o Contrastes– publicado en España con el título "Historia del siglo XX", su longevidad y lucidez le permitieron ser "testigo y cronista de su tiempo". Como apuntó con admiración y elogio Josep Fontana.

Muchos obituarios y titulares de prensa han subrayado su ser marxista. Quien por prejuicios ideológicos haya renunciado o renuncie a la lectura de su obra, no sabrá lo que se pierde; porque Hobsbawm, más allá de historiador marxista, ha sido historiador. Con metodología e ideología marxista, pero historiador. Que el atributo no disminuya la esencia. Y la esencia es la de un profesional penetrante, inteligente. De amena redacción y muy sugestivo en sus planteamientos y análisis. Hobsbawm pretendió y desarrolló una historia analítica. No sólo se trata de descubrir lo que sucedió sino de analizar lo que sucedió.

En la Universidad de Alicante, durante la carrera, de la mano del profesor don Enrique Giménez López, a quien agradeceremos siempre su buen magisterio, lo conocimos y leímos por obligación. Pronto llegó la devoción. Su ya clásico "Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX" –donde el capítulo sobre el anarquismo andaluz es un honrado homenaje a Brenan– o "Bandidos" o "Industria e imperio. Historia de Gran Bretaña desde 1750 hasta nuestros días", entre otros, no pueden pasar inadvertidos para cualquier amante de la Historia, porque Hobsbawm nos reconcilia con la ciencia histórica al desarrollar con potencia en sus estudios su carácter narrativo. Desde la intuición. Desde la pasión por comprender lo sucedido y, de paso y desde la Historia, comprender la realidad actual. También desde la pasión por releer la Historia con perspectiva de futuro. Ejercicio, sin pretensiones de augur, que desarrolla con brillantez y como buen conocedor del pasado, en el también recomendable libro "Entrevista sobre el siglo XXI", publicación fruto de un encuentro con el periodista y político italiano Antonio Polito.

Precisamente cuando tras su muerte rebusco este libro y lo encuentro –yo lo tengo en una edición de bolsillo de Crítica– me entretengo en la fotografía de la portada: Un Hobsbawm joven fumando, gafas oscuras y... Y un aire de enfant terrible. Porque algo de niño terrible debe haber en alguien que definió a Tony Blair como "una Thatcher en pantalones". Crítico contra el individualismo liberal –"Si se dice al individuo que lo que cuenta es su supremo interés, luego es muy difícil convencerlo de que debe subordinar ese interés, aunque sólo sea en parte, a los intereses de los demás."– razona con sagacidad contra las pretendidas virtudes del neoliberalismo reprochándole con argumentos históricos la falta de solidaridad: "Tal vez se pueda decir que un mercado capitalista libre tiene un índice más alto de crecimiento que cualquier otro sistema, pero desde luego no que produce una distribución óptima de la riqueza."

Nacido en 1917, su larga y apasionante vida no sólo le ha permitido ser historiador, sino también Historia.

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