Apaga y vámonos

Homenaje

Recuerdo tu primer día como si fuera ayer, y no por la presentación, porque yo ya sabía quién eras y de dónde venías, sino por la primera genialidad que dejaste en estas páginas: el maravilloso bunker La Morenica, patrocinado por la Plataforma pro-soterramiento del Pabellón Festero, que nos permitía refugiarnos en nuestros propios hogares y quedar a salvo del olor a alábega, el estruendo de los arcabuces y la señal de las televisiones locales.
Desde entonces, fiel a tu cita, no has dejado de proponer cosas de auténtico sentido común, como ese carril-banda insonorizado para que aquellos que gustan de celebrar por todo lo alto dianas, almuerzos y ecuadores respeten el derecho al descanso de quienes no somos partícipes de dichas alegrías. Asimismo, con ese Cuéntame villenero que te has inventado, nos hemos visto invadidos por la nostalgia y el recuerdo del cine Cervantes, los billares Parra, la Sardina, la máquina de chicles de la Jijonenca, el Rey Mago de Murillo, el carromato del Chambilero, el tren de la bruja, los locales de Pascua, la Florida, la Dafnis o la Pink Panther…

Sólo a ti se te podía ocurrir –porque, piensen lo que piensen algunos, vives y sientes Villena y su actualidad como el que más– proponer un trasvase Marte-Vinalopó y asegurar que una aparadora en una cena de empresa es más peligrosa que tomarse un poleo con agua del Azud de la Marquesa, o transformar los clásicos de la literatura en verdaderas obras autóctonas, haciendo corretear a la cándida Alicia por el País de las Gachamigas o a Peter Pan del Cuartilla por el país de No volveré a beber nunca jamás.

También aprendimos gracias a ti, querido amigo, los secretos de la genética, descubriendo que es el ADN lo que nos hace como somos y marca nuestra existencia, porque los villeneros podemos ser festerosexuales o no festerosexuales (debido a la influencia de la hormona fiestosterona), y dependiendo de ello y de otros factores igualmente importantes somos capaces de hacer el amor a ritmo de pasodoble, marcha mora o procesión.

Y es que, estimadísimo vecino, en lo que a mí respecta nunca serás un humorista ni un chistoso, sino la voz de una conciencia crítica capaz de meter el dedo en la llaga de las contradicciones flagrantes de nosotros, tus vecinos. Porque no se sostiene que quien detesta la cultura musulmana y nos habla con desprecio de chorradas como invasiones y cosas por el estilo sea el hombre más feliz del mundo con un fez en la cabeza, o que quienes piensan que los inmigrantes han venido a quitarnos el trabajo no quepan en sí de gozo cuando celebran El día del Ecuador. Tampoco se entiende que en una sociedad que presume de católica haya más gente dispuesta a portar en andas a la Mahoma que al mismísimo Cristo, ni que la imagen de la Virgen de las Virtudes sea capaz de movilizar a más de quince o veinte mil personas durante la romería mientras que la imagen de su Hijo, en pleno sufrimiento, dejándose la vida por salvar a la humanidad, no congregue siquiera a una veintena de personas que lo quieran procesionar en nuestra apenas existente Semana Santa…

Qué te voy a decir que no sepas ya, Andrés. Te aprecio y te admiro, y ha sido un verdadero honor compartir estas páginas contigo –también con el resto de la banda, que nadie me malinterprete, pero creo que el otro Andrés, sin que sirva de precedente, va a tener razón, porque si es cierto aquello de que todos tenemos un ojito derecho, creo sinceramente, a la hora de hacer balance, que tú has sido el mío–. Un abrazo.

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