Apaga y vámonos

Hotel California

Ellos se reunieron para el festín.
La cortaban con sus cuchillos de acero.
Pero no podían matar a la bestia.

"Hotel California". The Eagles

Mientras tirios y troyanos andan a la gresca en los foros, discutiendo sobre la politización de algunas asociaciones de vecinos o la pertinencia o no de la instalación de una valla publicitaria (y de su posterior y “sorprendente” retirada, que al final resulta que se ha caído sola) que nos escupe a la cara esa otra Villena que no queremos ver, van engrosando día a día las filas de huéspedes del Hotel California, irónico hallazgo con el que Pepe ha bautizado el pasaje sobre el que tenemos la suerte o la desgracia de editar el periódico que tienen entre sus manos.

Seamos pobres o ricos, sin duda alguna es más bonito dormir cubierto por un manto de estrellas que por una sucia pared o la extrema frialdad de un cajero automático, involuntario maniquí en el escaparate de la opulencia, y por eso durante el verano no habíamos notado (al menos no tanto) el aumento del número de toxicómanos que, de un tiempo a esta parte, han venido a Villena para quedarse, a buen seguro atraídos por la facilidad con la que andan, mendigan y, algunos de ellos, roban por nuestras calles, a través de las cuales acceden en dos pasos y sin cortapisa alguna a su maná diario, la única razón de su existencia, la ansiada dosis que les regala unas horas de tranquilidad.

Pero se acerca el invierno, arrecia el viento y las noches se vuelvan frías, muy frías, especialmente cuando se está solo, se tiene el mono y se sabe que nadie va a hacer nada por ti. Al principio fue uno. Llegada la noche, aparecía por allí con su carro, sus cartones y unas cuantas colillas recogidas del suelo para pasar la noche. No le gusta mucho madrugar, y por eso todas las mañanas sigue ahí, alargando al máximo el plazo para abandonar la madriguera y hacer frente a otro duro día de trabajo en un sector en el que, paradójicamente, cada día hay más competencia. Poco después fueron dos, y hace un par de días ya se había sumado un tercero, que los cuerpos juntos se dan calor y ahora hace más falta que nunca.

El ayuntamiento apenas puede hacer nada, puesto que son ciudadanos españoles y, en consecuencia, libres para vivir dónde y cómo quieran. La Policía, poco más que invitarles a abandonar la propiedad privada y buscar otro sitio para seguir soñando con una vida mejor. Y los ciudadanos, que bastante tenemos cada uno con lo nuestro, nos limitamos negarles por sistema la mayoría de sus peticiones, tal vez les damos un cigarrillo o algún céntimo de vez en cuando, aún sabiendo que servirá para que unos pocos sigan forrándose a costa de la muerte de algunos y la desgracia de muchos.

“Bienvenidos al Hotel California”, cantaban los Eagles. “Qué hermoso lugar. Qué hermosa fachada”.

Boomp3.com

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