Hoy esperanza, mañana…
Reconozco que en demasiadas ocasiones son difíciles de encontrar las razones que permiten a una persona vivir en circunstancias que le lleven continuamente de la esperanza al desasosiego. Y sin adentrarnos en los terribles dramas humanos que conviven junto a nuestras felices vidas. Sin trasladarnos hasta países donde cualquiera de nuestras preocupaciones ni tan siquiera llega a ser ridícula. Tomando la exageración por bandera y la cercanía como materia que modelar, todavía turba entender los caminos por donde se deja conducir el pensamiento general. Pondré un ejemplo, para ser conciso y directo: el pinchazo del globo inmobiliario. Les diré que he vivido con verdadera sorpresa dicho momento, tal acontecimiento. Les diré que hasta tal punto ha llegado mi desconcierto que me llevó a preguntar a mi círculo de gente cercana si eran reales ciertos datos que yo recordaba sin esfuerzo.
Afortunadamente, gentes lectoras como yo mismo de los noticiarios, y seguidoras de la actualidad desde hace años, recordaban sin lugar a duda los análisis y previsiones que las entidades financieras y demás inversores presentaban hace ya seis, ocho, diez años sobre el desarrollo del ladrillo en España. Ninguno de los expertos dudaba al pronosticar que la burbuja se desinflaría entre el 2007 y el 2010. Lo escuchamos en la radio, lo corroboramos en programas televisivos y lo contemplamos en los estupendos gráficos de la prensa nacional. ¿No es extraño ahora, díganme, escuchar, leer y observar como las empresas, medios de comunicación y clase política anuncian tal hecho como algo inesperado y repentino? ¿Pensaban que éramos idiotas entonces o suponen que lo somos ahora?
Lejos de ejemplos, uno de tantos, vamos a adentramos en nuestras extensas y fecundas tierras. Aquí donde la vía del tren supone pérdidas a cualquier empresa emplazada en el Polígono del Rubial de unas cinco horas semanales, donde sufrimos por un agua que no llega mientras dormimos sentados sobre nuestros idolatrados acuíferos, donde miramos esperanzados la llegada de un centro comercial y rezongamos malhumorados por esa pequeña nota aparecida en el diario Información que habla de una oferta realizada por nuestros vecinos de Yecla a la empresa que negocia desde hace diez años ubicar el Centro Comercial en Villena: un servicio que oferta tantos puestos de trabajo; tantos que da miedo contarlos, da miedo desmentirlos. Es más fácil desmontar un pequeño y manejable supuesto que enfrentar una descomunal e inasible cifra. Mientras, aparecen noticias sobre la vaquería y sus caprichos geográficos, sobre su desorbitado consumo de agua y sobre el peso que alcanzarían las boñigas que produce semanalmente. Mientras, dejan de aparecer noticias sobre el proyecto Primadomus, ese que Equipo de Gobierno y Oposición visitaron en Holanda y alabaron a su regreso con una sonrisa en los labios, ese que fue admitido por la Generalitat y la UE. Mientras, se habla del interés de una empresa de embotellamiento de agua por arraigar en nuestra ciudad
Lejos de todas y cada una de las noticias, vosotras queridas personas, al igual que yo mismo, en este atasco de calles cortadas para construir edificios que según anuncian no tendrán dueño, en ese tránsito de trenes que aguantamos detenidos en el coche, en ese malestar de vecinos que dejan de trabajar por el cierre de fabricas de calzado, contemplamos con curiosidad el asentamiento de nuestra Plaza de Toros, corregida al fin por la cruel ortodoncia, preparada para ser no sabemos qué y para servir no sabemos para qué. Mientras, hermanos al fin de nuestros pueblos hermanos, nos dejamos imbuir por la esperanza, nos dejamos malgastar por el desasosiego. Lo de la burbuja urbanística ya nos lo dijeron. Lástima que del futuro de nuestra tierra nadie diga nada.