Vida de perros

Hubieran empezado por ahí

Resulta de lo recogido en ese cierto porcentaje de medios de comunicación, que nuestro actual presidente es tonto del culo. Aún siendo Presidente del Gobierno, poco menos, José Luis Rodríguez Zapatero resulta que es un torpe patán, líder porque alguien debe de serlo, que pasará a la Historia por no hacer el feo de dejar una página en blanco.
Dicen estas lenguas que ZP ni siquiera tiene la culpa de todo (de la situación económica por ejemplo), ellas que piensan en la posteridad se cuidan de que el futuro no las tilde de simplistas o partidistas. Dicen estas lenguas, sobre todo ahora en verano: estación en que es igual de fácil poner el cazo pero es más difícil mover la pluma, lo mal, pero re mal, que lo ha hecho, lo hace y lo hará Zapatero (refiriéndose de momento a su gobierno). Y como sobran los motivos, y como todo el mundo los conoce, tampoco parece necesario decirlos. Resumamos, para no perdernos ni andarnos con rodeos, con aquella chanza fácil toda esta versión o análisis sobre la política nacional: “Cero, cero, Zapatero”.

Y como en este país, aquí en España, derrochamos virtudes como el cotilleo y la palabra fácil, no deja de crearse riqueza de esa que si bien no da de comer al menos entretiene el hambre. Y si la profesión dedicada a informar y opinar es rácana en datos, razones, razonamientos y conclusiones, no les diré entonces cómo están las calles entre tanta ignorancia sobre el panorama que se suma en colas de la compra y barras de bares al deseo de relevancia personal; todo lo dicho bañado con un escondido miedo irracional. Diré que desde el cercano abordaje a gasolineras y supermercados no he podido mirar a los ojos de nadie sin albergar ciertas sospechas: si hay casas donde las provisiones de leche, entre otros productos, todavía les alcanzan para dos o tres semanas, les pido que imaginen a quienes no conseguimos aprovisionarnos si se hubiera dado el caso –apocalíptico– de continuar la situación: víctimas del sálvese quien pueda, hubiéramos tenido que empanar nuestro dinero para poder comer, y todo gracias a la solidaridad de los hogares precavidos.

Pero volviendo a la situación nacional y su reflejo en medios de difusión y opinión ciudadana, volviendo al tertulianismo, convendremos que la redundancia y el vacío argumental componen el día a día, sea al tratar a uno o a otro de los partidos políticos nacionales, sea al tratar cuestiones morales o económicas. Problema éste derivado de la excesiva velocidad con que se demanda información u opinión en relación al tempo con que transcurre la vida. El compromiso diario obliga a la profesión a narrar a ritmo de encuentro futbolístico el proceso en el que la oruga se transforma en mariposa.

El problema de la impaciente redundancia que se vierte a las calles es su amplificación incontrolada mediante gentes exageradas, radicales o interesadas. Como un hígado amputado, la alarma crece en las calles en forma de opiniones formadas con datos sesgados, pero aún así no se trata de opiniones débiles o acomplejadas, sino de opiniones firmes y tajantes. Ortega y Gasset nos alertaba de la enorme fuerza de las masas: las personas discuten, las masas matan. Las masas temerosas y sufridoras no exigen soluciones sino cabezas, no esperan los huevos, matan las gallinas; no ven el pasado ni el presente ni el futuro, sólo ven el aquí y ahora. Sin razones espero que la conciencia de los tristes acontecimientos del pasado siglo ayude a evitar que los cómodos padecimientos que nos llegan no se cobren esas víctimas ya elegidas y encañonadas con rápidas razones.

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