El Volapié

Intolerancia

Y no me voy a referir precisamente a mi intolerancia a la lactosa cuando parece que en Villena se está poniendo de moda hacer referencias al filósofo Aristóteles, ese importante discípulo de Platón que consideraba que en el bien está todo aquello que es natural.
No sé si todo lo bueno es natural, si todo lo natural es bueno, si lo normal es democrático o si algunos que se revisten con el halo de la progresía son tan tolerantes como les gusta alardear. La gente normal a quienes no les gustan las armas, no compran armas ni practican tiro. Simplemente. Los intolerantes a quienes no les gustan las armas exigen que éstas se prohíban.

No me gustan los toros porque no entiendo como algunos pueden estar convencidos de que la tauromaquia es uno de los mayores bienes culturales de España. De hecho nunca se me ocurriría ir a los toros. Los intolerantes a quienes no les gustan los toros exigen que se prohíban las corridas.

Soy un español preocupado por la falta de ética de algunos medios de comunicación y demasiadas plataformas televisivas, hasta el punto que cuando no me gusta algo de lo que están echando por la tele suelo cambiar de canal. Y ahí termina todo. Los intolerantes tienden a crear organismos como el Consejo Audiovisual Catalán para tener en su mano la regulación de aquellos medios que a ellos no les gustan.

Soy un ser humano normal que cree más en lo humanamente normal que en lo divino y que generalmente no asiste a iglesias ni practica religión alguna. Los intolerantes no se detienen hasta que se prohíba por ley cualquier símbolo relacionado con el cristianismo. Afortunadamente su intolerancia todavía no les ha llevado a convertir los símbolos en hogueras.

Recuerdo el primer día que intenté fumar sin éxito y el asco que le tomé al tabaco desde entonces. Jamás he fumado y me alegro mucho cuando algún amigo me cuenta que lo ha dejado porque el tabaco es perjudicial para la salud. Los intolerantes exigen su prohibición y tratan de acotar a los fumadores.

Las personas normales leerán esto y se echarán a reír, a llorar, comprarán más ejemplares para repartir a sus amigos o nunca más volverán a ser clientes de esta columna. Los intolerantes se sentirán ofendidos.

Aunque sé que la verdadera libertad es algo mucho más grandioso y difícil de lograr que el conjunto imperfecto de libertades que gozamos en la actualidad y que ha sido muy costoso conseguirlas. Por eso debemos darle el verdadero valor que tienen. Los intolerantes se pasan todo el día hablando de libertad –en mayúsculas–, se revisten con una falsa vitola de progresía y restringen las libertades –en minúsculas– a la menor ocasión, quizás porque creen falsamente que son sus herederos y depositarios.

Intolerancia más atroz que la que atenta contra las libertades es la practican los asesinos terroristas. ¿Caerá el gobierno si se demuestra que está detrás del chivatazo del Bar Faisán? De ser así, ¿estará el juez Garzón en el ajo?

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