Cultura

Jóvenes al agua

Sirva esto de aclaración de que lo que yo obvié nunca estuvo presente: confundido por el cambio de domicilio de mi columna de una semana a otra, de un medio a otro, me olvidé en esta nueva etapa confiarles el precepto por el cual yo nunca escribiría una columna de crítica destinada a un montaje teatral realizado por grupos locales. Queda dicho pues, y perdonen que ahorre explicaciones a esta actitud, puesto que a poco que busquen y piensen encontrarán los motivos.
Pese a ello, no dejo de asistir de un modo no regular a las diferentes propuestas que ponen en escena los grupos locales. Fue el caso del Diluvio que viene en el estreno que el pasado sábado realizó el grupo del Centro Juvenil Don Bosco. A falta de crítica sobre el montaje, tan sólo me queda decir que el texto es totalmente reprochable por su inconsistencia y por sus irregularidades narrativas, famoso quizás por el boom del teatro musical pero ninguneado por musicales de la talla del “All that jazz” de Bob Fosse, por citar uno de tantos ejemplos. Pero no quiero ni debo llegar más allá. Animarles, pese a todo, a ir a verlo por el valor del trabajo del grupo citado.

Y ahí es donde quería llegar. El grupo de teatro del que les hablo proviene del CjdB. Quien no conozca el funcionamiento de “los Salesianos” recordará este centro quizá por las tentativas –culminadas– del concejal de Juventud, Francisco Montilla, de incorporar la labor de este Centro Juvenil al programa de Juventud del Excelentísimo. Y no seré yo quien denoste la labor que desde hace ya muchos años lleva realizando el Centro. Para mí el sistema de organización y de realización de actividades es encomiable, no por otra cosa pertenecí a dicha organización durante largos años hasta topar con la iglesia. En efecto, fue la falta de compromiso con la comunidad religiosa la que hizo –entiendan quién es el agente pasivo– que muchos de nosotros “saliéramos” del Centro pese a ocupar gran parte de nuestro tiempo libre en la realización de actividades para los más jóvenes. Y ese es el conflicto en el que me encontré cuando nuestro concejal de Juventud apostó por la intervención del Centro en el programa que “cubre” el tiempo desocupado de nuestros jóvenes. Me confundió por las concesiones implícitas que contiene cualquier tipo de acuerdo con una organización religiosa, por obviar el sistema –legítimo, por supuesto– de funcionamiento de esa propuesta concreta. Me irritó por no tomar la determinación de “copiar” –en esto no se paga canon¬– una metodología con resultados positivos para aplicarla a un sistema municipal, por no apostar por una fórmula comprobada que se aleja de soluciones tan inverosímiles como unos minicines, verbi gracia.

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