Jugar al lío
Pues resulta que a pesar de haber despachado mil doscientas palabras la pasada semana sobre el tema candente, incandescente, del gobierno local, pese a unir los dos espacios que me soporta la presente publicación y no dejar un hueco por ocupar, pese a eso, una señora muy amablemente se acercó a mí hace unos días y después de halagarme al confesar leerme con cierta asiduidad, me ha preguntado al respecto de mi columna: ¿Y tú qué opinas sobre el asunto?.
Imagino el descontrol de mis músculos faciales recordando los chispazos de estupor en mi cerebro. Como al fin el secreto para resolver cortésmente cualquier encuentro consiste en que tras la despedida ambas partes conserven intacto su ánimo, departí breve pero animoso con aquella joven señora de rubios cabellos recogidos en cola y anisado vestido de Zara complementado con calzado de media altura y bolso a juego.
Incluso tras la Pregunta atiné a responder un debo pensarlo más tranquilamente que satisfizo a mi interlocutora lo suficiente como para regalarme dos besos y su deseo de que las palabras no me abandonaran. Relato este encuentro porque desde entonces e insistente, como un spot televisivo, irrumpe esa Pregunta en mis pensamientos: ¿Qué opino yo sobre el asunto? Por segunda vez a lo largo de la batallas de los Gés releo todo lo que he escrito. Incluso voy recordando las palabras o los motivos que han inspirado cada una de las entregas. Llegando al final, tras releer las mil doscientas palabras de la pasada semana, determino que en realidad no opino sobre el asunto.
Creo que el asunto me es completamente desconocido. Me complace descubrir que esos semanales puñados de palabras no se aferran a especulaciones o profecías, que más bien al contrario estas puntuales entregas buscan respuestas, soluciones o medidas a las posturas y/o declaraciones que generalmente la Sra. Lledó nos ha ofrecido. Sí, ya, pero, ¿qué opino ahora yo sobre todo ello?
Ahora, después de pensarlo tranquilamente, me temo que una vez más no opino. Me asombra el modo como se han repartido las cartas, el modo de apostar, de ir mostrando las jugadas. Desde mi posición de observador (ahora sin Observador) tengo la sensación de haber presenciado un baile donde tanto bailarinas como bailarines han puesto el énfasis en ocultar la coreografía. Ahora como si nuestra Villena no hubiera tragado bastante van apareciendo las jugadas externas (Ripoll, Costa
). Jugadas que en lugar de tranquilizarme me llevan a pensar en Camps o en Bárcenas, figuras protagonistas de lodazales en los que todavía consiguen flotar gracias a lo que se va descubriendo como la estrategia definitiva: jugar al lío. En mal negocio andamos si somos incapaces de saber qué compramos y a cuánto. En el lío está el timo.