La banderita del juzgado
La Falange Española de las Jons de nuestra fidelísima ciudad ha denunciado al Juzgado de Villena y al Ministerio de Justicia por vulneración de una Ley, la que exige la colación de la bandera donde le corresponde. Por lo que parece no se ha visto dicha prenda en el mástil del Palacio de Justicia, asunto gravísimo y considerado como ofensa y ultraje, pues según reza la normativa el trapo debe estar en lugar destacado, visible y de honor. He de confesar que a mí, cuando me hacían cantar el Cara al Sol, más que erizarme la piel me producía insolación y nuestro himno nacional es el único del mundo mundial que se tararea como el La, La, La de Serrat.
Podrán comprender los denunciantes que el amor patrio está muy bien, pero a servidor se le pone la carne de gallina por otras cosas, no por unos colores o una música sin letra. Ignoro si los falangistas tienen pelo en pecho o son metro-sexuales, como si son machotes o gays, que de todo hay en esta viña del Señor; lo que no desconozco y sí me preocupa es el estado en que se encuentra la Justicia en general y nuestro Palacio de Justicia en particular. Lo que me importa es cómo funcionan las cosas de puertas adentro y no lo que cuelga o deja de pender de un poste inclinado, porque de qué vale que se airee un emblema en la calle si se apolilla lo que se esconde en su interior.
Más urgencia requiere solucionar los eternos problemas que tiene un juzgado que traer una banderita nueva y colgarla en el balcón. Columnas y columnas de archivos apilados en los rincones, torres de expedientes que rozan los techos, carpetas y documentos acumulados en los lavabos, lentitud suprema para aligerar los procesos pendientes, cucarachas que rosigan los importantísimos manuscritos, sumarios enteros atacados por la roña producida por la humedad, goteras que amenazan con crear pequeños estanques, casos crónicos que esperan años en resolverse, abogados de turno que no cobran lo que ganan.
Nadie, ni siquiera los falangistas, se ha dirigido a la Subdelegación del Gobierno a denunciar tanta dejadez, tanta basura y tanta ineficacia. Y los responsables de que casi nada funcione no son los jueces, ni sus secretarios, ni tampoco el personal administrativo, ni siquiera los conserjes. Bastante tienen con capear el temporal y hacer frente a las carencias como para entretenerse en instalar un tejido coloreado rojo y gualdo; más como están las cosas, con la precariedad en los accidentes laborales. Seguro que el voluntario, en ese acto heroico de emplazar la bandera, cae al abismo: más trabajo para el forense, el juez, el secretario y el abogado; que aquí los únicos que ganan son los de la funeraria.
Tanta cosa importante escrita en papel, tanto pleito pendiente, excusado y defendido, tanta escasez de sistemas informáticos, que apresurarían las infinitas esperas, y ahora resulta que lo más importante, lo más de lo más, pesa idem, es la banderita. ¿Acaso están ustedes, señores falangistas, orgullosos de lo que no funciona? ¿Están contentos de que esté todo en ruinas y paralizado? ¿Satisfechos de tanto colapso? Dan a entender que sí, pero el blasón que no falte. Para nada quiero una bandera representativa si lo que simboliza es dejadez e ineficacia. Que la Administración desempeñe un rendimiento óptimo, que quedemos todos contentos y entonces sí, Amor Patrio con estandarte incluido.
Como a río revuelto, ganancia de pescadores, intuyo que esta Falange villenera pretende resucitar de unas cenizas obsoletas. Ya conozco su discurso: para una crisis un caudillo, inmigrantes fuera, como si fueran los culpables del caos internacional, mucho himno militar y banderitas patrias a doquier. Cuando a mí, la única banderita que me gusta, es la de la Cruz Roja.