Vida de perros

La Batalla de Almansa o Lo de Fuera siempre es Mejor (que Los Lunnis)

Este año no ocurrió como en los tres o cuatro anteriores, donde quedó en intención el propósito de acudir a la Recreación de la Batalla de Almansa. Quizás facilitó nuestra asistencia la caprichosa –por aleatoria en el calendario– Semana Santa que nuestro Sistema Laico nos obliga a celebrar en claro favoritismo frente al Hanuka judío o el Ramadán musulmán, por ejemplo. Resultó más bien que este año decidimos montar en el coche y encaminarnos a La Mancha. Atravesar las montañas que demarcan nuestro municipio y encontrarnos con las largas extensiones de campo abierto y los montículos cargados de molinos eléctricos transformándose más en diabólicos (por carísimos) gigavatios que en malévolos gigantes –lo que vino al caso por mi abandono de la lectura de El Quijote, con quien concluí no tener ni feeling ni paciencia para encontrarle gusto–.
El caso es que cargados de buenas intenciones atravesamos los cómodos treinta y cinco kilómetros de autovía que distan hasta llegar a Almansa bajo las pesadas nubes grises cargadas de agua. Nada que objetar al respecto, ni siquiera el tropiezo con aquel primer parking transformado en un lodazal. Nuestra incorporación al evento fue inmediata, sin problemas ni florituras: hicimos una parada en los puestos donde por cada euro intercambiamos comida y bebida y nada y nadie nos hizo sentir “gente de fuera”, como nos suele ocurrir cuando nos adentramos en las fiestas de nuestra propia ciudad. Diría incluso, sin buscar hacer llaga, que aquella festividad, recreación histórica, agradecía nuestra presencia de un modo como el que nunca ha hecho nuestra propia ciudad en la que desde hace demasiados años lo único que nos ha agradecido ha sido el ser “veré-veré” al glorioso precio de las inhóspitas sillas de las tribunas o del incremento del precio de entrada en las salas de fiestas por la condición de no-festero/a.

Es un placer acudir a la Recreación de la Batalla de Almansa. La participación activa es abrumadora: a la soldadesca representada por las gentes de Almansa se une la de otros grupos recreacionistas de otras regiones y la llegada, tal y como ocurrió históricamente, de tropas de más de diez países –algo oportuno si brevemente recordamos que en la batalla abarcaba intereses en Francia, Inglaterra, Holanda, Portugal, Italia, Irlanda... Pero quizás lo más impresionante es el rigor histórico que el personal participante establece en cuanto a vestuario, armamento y demás detalles, que se pueden observar en los campamentos de las tropas instalados junto al campo de batalla: donde encontramos tanto útiles de comida de campaña hasta una perfecta reproducción de la tienda de los oficiales. Otra posibilidad para adentrarnos en las formas de la época es asistir a las diferentes actividades que durante el día se desarrollan en la ciudad: fiestas de Palacio, esgrima español, bailes populares, etc.

También es importante en la Recreación de la Batalla de Almansa el rigor que “el espectáculo” insiste en mantener. Al respecto, por menos de lo que cuesta económicamente una silla durante nuestra cabalgata, puede usted disfrutar –y hacer disfrutar a su descendencia– de una empecinada recreación de los hechos acaecidos en Almansa hace poco más de dos siglos –sin dioses ni milagros, sin suposiciones ni actos de fe, tan sólo a merced de la versión histórica que usted mantenga sobre el asunto–.

Al respecto yo les recomendaría, como en cualquier otra ocasión, que ustedes apuesten por encaminarse a las butacas más próximas al palco central, el que se encuentra frente al castillo, de modo que conseguirán estar al tanto de la narración tanto cuando se refiere a las tropas participantes y a la descripción de su vestuario, como en la narración del desarrollo de la batalla: es decir, movimiento de tropas y demás estrategias. Una representación que nos sitúa en un punto privilegiado de la batalla y que permite escuchar los cascos de la caballería al atacar alguno de los flancos de su oponente, o de respirar el olor de la pólvora de cañones, fusiles y granadas. Un placer para los sentidos y para el intelecto. De modo que puedo decir a boca llena que nuestra visita y vivencia en Almansa fue cálida, acogedora y evocadora de una verdad que dista mucho de nuestra descontrolada, arbitraria y ojerosa celebración de un momento histórico.

Cosa distinta fue un par de semanas más tarde nuestra asistencia al espectáculo de Los Lunnis en La Plaza. Un acontecimiento que venía precedido de un nuevo y polémico reparto de entradas. El caso es que La Plaza volvió a llenarse, allí estábamos las dos o tres mil cabezas –entre niños, niñas, padres y madres– distribuidas en gradas o arena. Y la cosa se hizo de rogar, algo poco recomendable cuando se trata de un show infantil, y se hizo casi insoportable entre esa especie de calor húmedo que se respira dentro, el ajetreo de la infancia y el insuficiente y algo estridente sistema de megafonía del recinto: un murmullo afónico que apenas permitía identificar las melodías que pretendían amenizar la espera. No fue mucho mejor el resultado de las torres de altavoces que desde ambos lados del escenario trataban de comunicarse con el público. Una opción de sonido que además es poco efectiva cuando se trata de un recinto semicircular como el que se habilita en nuestra plaza. Aunque quizás no fue esto lo realmente preocupante, porque el problema groso modo es que nuestro recinto parece no ser el adecuado para este tipo de show. Quiero decir que el espacio exige unas infraestructuras de mayor envergadura: escenario, equipo técnico, etc., algo que quizás sí acabe resultando un problema porque, ya saben, a mayor tamaño mayor cartera… ya veremos.

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