La ciudad constreñida
A primera hora del pasado martes lluvioso vivimos en nuestra ciudad una situación singular. Un camión accidentado a la salida del túnel y su posterior desalojo obligaron a interrumpir el tráfico en la Autovía del Mediterráneo con sentido a Alicante durante unas largas horas. Por fortuna nadie sufrió heridas de gravedad ni en el accidente originario ni en los que tuvieron lugar a raíz de tal circunstancia sumada a las condiciones climáticas. Pese a todo, la intervención de todas las fuerzas de seguridad, asistidas por el Cuerpo de Bomberos y Bomberas, así como del personal sanitario restante tras los recortes, trajeron la normalidad a nuestra localidad poco antes de comenzar los informativos de mediodía. La tragedia quedó en anécdota y el trending-topic del día fue #efectopinza.
Mientras tanto, poco después de las ocho de la mañana del lluvioso martes, las fuerzas del orden aliviaron la carga de la Autovía ofreciendo las carreteras y calles de nuestra ciudad como única vía alternativa para relajar un atasco de vehículos que hubiera llegado hasta Almansa, kilómetro arriba, kilómetro abajo. Al tráfico pesado se le condujo a través del puente de Las Fuentes hasta la rotonda de la carretera de Caudete, de allí hasta la carretera de Yecla, Altos de la Condomina, y tras cruzar las vías ferroviarias (abiertas y cerradas siguiendo su cansina rutina diaria), incorporación a la autovía por la salida Este. Allí llegaban también los utilitarios, aunque fueron emplazados a un recorrido por el centro de nuestra ciudad. Ni que decir tiene que, todavía más en día lluvioso, nuestros propios vehículos tomaban las calles en dirección a los colegios.
Las calles estaban colapsadas, el tráfico concentrado en el embudo del Paseo Chapí y el Polígono de El Rubial inaccesible desde cualquier punto (las barreras de nuestras vías en tanto subiendo y bajando con precisión kantiana). Villena bullía con unas cifras inalcanzables para ningún contador de los utilizados en la Romería y demás eventos multitudinarios. La mañana del martes fue caótica, desesperante y lluviosa. Tanto como para quizás hacernos reflexionar sobre el laberinto urbano sobre el que nos movemos día a día. No seré yo el primero, ni esta será la primera vez que se llama la atención sobre este asunto. Y tampoco diré que las soluciones sean fáciles, tal vez ni siquiera posibles. Pero creo que tras esta prueba de fuego se debe encender una luz de alerta que nos haga pensar o repensar ciertas soluciones: la ampliación del Vial del Rabal hasta la Morenica, por ejemplo; la conexión de la ciudad con el Polígono de Bulilla (indiscutible, a mi entender, si el Parque de Bomberos consiguiera su traslado a dicho emplazamiento). Porque de estas aventuras que nos llevan a límites se deben sacar conclusiones, y la vivida debe ser suficiente para hacernos reflexionar y plantear soluciones a futuros escenarios.