Editorial

La ciudad más solidaria de la Comunidad Valenciana

Villena ha vuelto a dar, por enésima vez, buena muestra de la solidaridad de sus habitantes y sus autoridades, puesta de manifiesto en innumerables ocasiones ante las instituciones de mayor rango, que lo mismo nos eligen para suministrar agua –a costa de nuestros esquilmados acuíferos– a toda la provincia de Alicante, acoger un centro penitenciario para adultos y otro para menores o recoger y tratar en nuestro término municipal la basura de la comarca, la provincia o cualquier otro lugar por lejano que éste esté.
En esta ocasión, y aunque nos hayamos acostumbrado a asociar el término “solidaridad” con el agua, nos toca hablar de basuras, y más concretamente de las 1.000 toneladas de pescado congelado –y posteriormente quemado en un espectacular incendio en la localidad valenciana de Albal– que iba a recibir el vertedero de nuestra localidad hasta que se ha negado Reciclados del Mediterráneo, ya que al parecer se había alcanzado un acuerdo para el traslado entre nuestro ayuntamiento y conselleria.

Un rápido vistazo a la hemeroteca nos recuerda que la planta de tratamiento de residuos de Villena ha sido un constante foco de polémica desde su puesta en funcionamiento, empezando por su propia ubicación (su cercanía con el casco urbano se ajusta a la legalidad, cierto es, pero poco costaba haberla instalado más alejada), siguiendo por los múltiples episodios de malos olores que hemos sufrido los últimos meses (el ayuntamiento llegó a cursar una denuncia ante el SEPRONA hace unos meses, sin que todavía se sepa en qué ha quedado la cosa) y teniendo como guinda la querella interpuesta contra la entonces alcaldesa, Vicenta Tortosa, por un presunto delito de prevaricación administrativa al permitir el funcionamiento, supuestamente ilegal según el denunciante, propietario del vertedero de Elda, de dicha planta de tratamiento y eliminación de residuos sólidos urbanos.

En cualquier caso, no vamos a ser nosotros quienes rechacemos y nos opongamos a las constantes muestras de solidaridad territorial ofrecidas por nuestra ciudad, más bien el contrario. Pero sí queremos alzar la voz para exigir a nuestras autoridades aquello que siempre se nos ha ofrecido como “cebo” para aceptar todo aquello que otros no querían: contraprestaciones, porque una cosa es ser solidario, y otra bien distinta tonto. Como queremos ser lo primero y no lo segundo, ya va siendo hora de que tanto sacrificio en defensa del interés general obtenga su recompensa en forma de inversiones, infraestructuras y servicios que favorezcan el crecimiento económico de nuestra ciudad y, en consecuencia, la calidad de vida de todos sus habitantes.

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