Vida de perros

La Crisis sin Vergüenza

A poco que hayamos tocado algún libro de historia bastará con recordar que es en los periodos de crisis donde el mundo civilizado se reorganiza, donde aparecen territorios inexplorados que resultan fértiles para el crecimiento social y económico. También en la montaña de paparruchadas que hemos tenido que escuchar a lo largo de estos largos años, habremos aprendido que Crisis es igual a Cambio, a Oportunidad. Porque con nuestra sociedad inmersa en este ciclo inevitable que sucede al gran timo, al gran expolio, no queda otra que sufrir los razonamientos de toda índole provenientes de las grandes mentes de nuestro siglo.
Y ahí andamos, tragando argumentos, grandes frases y pronósticos más o menos optimistas; aunque la vocecilla al fondo de nuestra cabeza nos grite la verdad: nos toman por idiotas (que quizás lo somos) y están preparando algo sin contar con nosotros ni con vosotras. Y de tal modo los acontecimientos se suceden: ¿Gürtel? ¿Qué Gürtel? –preguntaba a la prensa Crespo camino del juzgado–. Urdargarín no pertenece a la familia real –proclaman los consabidos cronistas monárquicos con la barriga llena–. Espero que no…, espero no tener que… –sisea nuestro presidente del Gobierno ante cualquier pregunta que anticipa sus acciones (al menos ese deseo suyo lo acerca más a la verdad que aquellas tercas negaciones pre-electorales)–. Mientras, el ex-ministro Rodrigo Rato se apea del banco que preside, sin atisbo de rubor pese a que el asunto del rescate de la entidad con dinero público ya sea vox pópuli. Mientras, los mercados nos demuestran que les importan un bledo las elecciones en Grecia o en Francia. Porque lo que las sanguijuelas quieren es sangre, dinero, y su único propósito es conseguirlo, y para ello no siempre es necesario andar detrás de nuestras “patéticas” costumbres democráticas. Dinero. Valor que existe o existirá. No política. Dinero. Dinero irreal, intangible. Números en las pantallas del parquet. No productos. Ni ideologías. No personas. Dinero. Números.

Y entre tanto, en esta fría realidad de la calle, de los telediarios, vamos siendo cada día más conscientes de la falta de vergüenza, la ausencia de empatía, del desprecio por las vidas (humanas, vegetales y animales). Esos entes informes, de siglas mutantes, no dudan en arrebatarnos lo que es nuestro, tal como cada vez menos presuntamente hizo Sor María con las criaturas de todas aquellas familias. Aunque con sus acciones obliguen a nuestros gobiernos a mutilar nuestros derechos fundamentales. Y entre tanto los días pasan uno tras otro iguales o peores, como si no hubiera nadie con los arrestos necesarios para pegar el golpe en la mesa movido por la vulnerabilidad y sufrimiento de su gente, movido por alguna estrategia que aporte futuro y bienestar, que aproveche también esta contundente experiencia para hacer nuestra conciencia y responsabilidad. ¿Nadie? ¿Nadie? Pues que los dioses se amparen de nuestras almas…

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