La Cultura y (de) la Revancha
No sé si en primer lugar debería de disculparme. O advertir al menos del enérgico ánimo que me arrastra cuando apenas comienzo a pensar en este tema de la supuesta revancha. Pero será mejor que me explique. Y qué mejor que explicarme tomando como referencia el comentario vertido hace semanas bajo seudónimo, referido a la inauguración de La Plaza: y ahora, una vez terminada, querréis opinar sobre los contenidos quienes habéis estado en contra de su construcción. Una reflexión tan patológica como peligrosa, como resentida, violenta y excluyente. Una reflexión cuya una respuesta debiera ser: aplícate el cuento. Porque quien más y quien menos, cualquiera hemos sufrido como disfrutado las particularidades de la democracia.
Aún así no es este un caso aislado. Parece que como una gripe que ha encontrado un campo propicio para su expansión como lo es el período pre-electoral, nos encontramos con un buen puñado de voces que no sólo se creen victoriosas y propietarias de las mejoras que se han conseguido en nuestra ciudad, sino que además creen que otra parte de la ciudad ha sido derrotada y no debería de tener derecho a disfrutar, opinar o participar en la gestión de tales logros. Vete ahora a criticar esto que hemos hecho, se atrevió a decirme cierta persona el pasado viernes tras el concierto de Ingresó Cadáver.
Cierta persona, ni siquiera perteneciente al Equipo de Gobierno, ni siquiera perteneciente a su anterior lista electoral, quizás ni siquiera perteneciente a la próxima, quizás tan sólo afiliada, o simpatizante, o tan sólo votante del Partido. Otra actitud más, tristemente, que confunde el progreso de la ciudad con una batalla entre bandas, otra actitud más, seguramente, propia del supporter que en la barra del bar grita con orgullo: os hemos metido un gol (sí, pero tú desde la banqueta con la barriga llena de cerveza).
Al escuchar tales exabruptos uno piensa que el revanchismo, además de estar fuera de lugar, es una de las actitudes menos operativas con las que podemos contar. Pero claro, siempre que nos interese un funcionamiento operativo, siempre que el enfrentamiento no se base únicamente en la victoria (mal endémico cuyo exponente nacional encontramos como hemos visto en el panorama futbolístico). Ante tales actitudes cabe pensar que si a lo largo de la historia nos hubiéramos encontrado en manos de este tipo de gente España nunca hubiera contado con las vías, acueductos o anfiteatros romanos, por ejemplo, construcciones que según se deduce de sus palabras hubieran significado una resignación a la influencia del enemigo.
Menos mal que existen cabezas pensantes que no permiten caer en la estulticia, capaces de sobrevivir a los tiempos
Menos mal que las hay
O no
No lo sé
Quizás en España seguimos viviendo en el revanchismo
Lo cual explicaría el devenir en los últimos treinta años de nuestro sistema educativo.