Arte

La exposición itinerante de Rafael Hernández, que llegará a Villena en enero de 2010, pasa por El Campello

Era un diez de enero de 2009, día de mi inauguración en El Campello. Sabía que aquellos momentos de autista felicidad, arropado por Nieves, mis hijos y amigos no durarían mucho tiempo. Hay ocasiones como ésta en las que rodeado por tus cuadros canallas, alguien sin previo aviso dispara… ¿Qué quiere expresar usted en sus pinturas?
El impacto fue inmediato y se instaló en mi cerebro provocando: dificultad para tragar saliva, incapacidad motriz de la lengua en un 50%, sequedad del globo ocular con pérdida momentánea del enfoque… Pero, ¿tenía que dar respuestas? Sí, tenía…

Otra vez la pérdida de enfoque.

Me disfracé de una obligada cortesía y guiado por una aparente buena intención (ayudado por mi media lengua) le expliqué que el Arte tiene que permanecer pegado a la vida, que cuando se aleja muere. También le dije que la contemplación de un cuadro discurre de modo paralelo al pasear por un hermoso jardín, incluido el vértigo que produce descubrir accidentalmente, con el siguiente paso, la Selva Amazónica, y adentrarse sorteando sus peligros hasta llegar al corazón de los hombres, y después caer a su cerebro, “esa fina capa de materia gris auto-pensante ubicada sobre el antiguo cerebro de primate que aún sigue ahí. Una mezcla realmente explosiva”.

Desde otro lugar él me miraba fijamente. Hierático contemplaba mis palabras congeladas en el aire, que ni le rozaron.

La pérdida de enfoque persistía.

Luego intenté caminar, aunque despacio; los daños colaterales estaban remitiendo… Recompuse la situación y caí en la cuenta de que quizá lo que él deseaba, era que le contase la verdad.

Entonces le confesé que yo era un superviviente de un naufragio, que años más tarde contrata a Rafael Hernández (un investigador privado) para realizar labores de rastreo en el desierto y exploraciones en aguas cada vez más profundas, planificando estrategias para liberar algo que se esconde.

Frente a mí todavía, el destinatario de tanta palabra giró la cabeza y le dijo en voz no muy baja a su amigo:

- ¡Ya te advertí que de este pintor tampoco sacaríamos nada en claro!

Rafael Hernández

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