La falsa democracia de Celia Lledó
Coincidirán ustedes conmigo en que las dictaduras nunca tuvieron sentido y el que sigan existiendo en el siglo XXI es un insulto a la Humanidad. Todos los dictadores se justifican igual: es que el pueblo no sabe organizarse solo, necesita un líder. Todavía se escucha hoy que las democracias confunden la libertad con el libertinaje. Bajo ningún concepto podemos admitir que verdugos iluminados gobiernen pueblos y administren a sus antojos sus Estados. Es cierto que las democracias no son perfectas y están en deuda, todavía, en la protección y bienestar del ciudadano.
El fin último de cualquier democracia es una óptima armonía y organización colectiva que dote al individuo de instrumentos elementales para una mejor calidad de vida: sanidad, educación, cultura, vivienda digna, espacios respirables y sentirse seguro en un justo sistema judicial. Las Constituciones se inventaron para poner la teoría en el papel y los Estados democráticos deberían aplicarlas al pie de la letra. Pero es tan largo el trecho de la teoría a la práctica que consolidar y avanzar en los sistemas democráticos parece, muchas veces, una quimera. Pero aún imperfecta, es el menos malo de los sistemas.
Pues ese hermoso concepto de democracia lo desconoce nuestra alcaldesa Celia Lledó. La democracia le otorgó una mayoría absoluta para gobernar Villena con eficacia, justicia y sensatez. Su mayoría absoluta se convirtió, de la noche al día, en una Monarquía Absolutista; su justicia aisló a la oposición alejándoles de cualquier órgano de representación y más tarde condenó a sus propios disidentes, hoy los NA; y su sensatez la aplica sólo para los suyos: sus cargos de confianza, sus leales estirachaquetas y las empresas a las que ella sólo adjudica y paga con puntualidad.
Podrá alguien decirme que ese comportamiento es normal en un dirigente que gana unas elecciones. No es normal. Lo es si un caudillo, cuanto más fuerza y poder, más infrinja las normas, pero en una democracia cuanto más mayoría y poder más generosidad debería exhibirse. Porque la generosidad y la transparencia son las armas, en el combate político, más valoradas por los unos y los otros. Sin embargo Celia adolece de generosidad, de transparencia y de talante democrático, añadiendo al guiso otra artimaña que roza la ilegalidad de cualquier concepto democrático: la censura.
Como botón de muestra recordaré que el Sr. Fulgencio J. Cerdán, edil sustituto de Vicenta Tortosa, tomó posesión de concejal en el último punto del Orden del Día de un Pleno, artimaña maquiavélica de Celia para que no pudiera votar las anteriores mociones y garantizara así la mayoría. Si una limpia actitud democrática no discrimina la alcaldesa sí lo hace, sobre todo a partir de su pérdida en cuanto a mayoría y su debilitamiento para controlar las comisiones y los plenos. De manera que Celia, para no correr el riesgo de ser derrotada por el PSOE, el Grupo Verde y los NA, hace uso y alarde de la censura.
Cada propuesta que aspira a ser tratada y debatida en el pleno, Celia Lledó la analiza y selecciona; y si las de la oposición van a prosperar las elimina del Orden del Día, no pudiéndose éstas presentarse, ni debatirse, ni aprobarse. Esta conducta es práctica muy común es regímenes dictatoriales, dejando a la disidencia sin voz y sin argumentos que defender. Pero resulta chocante en nuestra mandataria cuando acusa a la oposición de conductas antidemocráticas y se le llena la boca, a ella, de respetar el juego democrático. Aún recuerdo algún slogan publicitario: Celia, más cerca de ti.
No hay cercanía sin respeto y no existe el respeto si se aplica la censura. Celia está creando jurisprudencia de estilos antidemocráticos en los ayuntamientos democráticos de España. Así que, si quieres jugar, que jueguen todos.