La Feria de todas las Ferias
No se lo van a creer, pero el sábado por la noche tuve una pesadilla que cada vez que pienso en ella me pongo a temblar. La cuestión es que el mismo sábado nos fuimos mi marido y yo a ver la Feria del Campo; seguramente del agobio que me dio, al ver a tanta gente allí que no se podía ni andar, porque estaba todo el pueblo, más todos los de la contorná, Elche incluido, se me quedó grabado. Y por la noche se me vino todo de golpe en forma de pesadilla.
Resulta que, en mi sueño, la Feria del Campo ocupaba toda Villena. Desde la Morenica hasta el Poblao estaban todas las calles llenas de puestos, carpas y stands. Por todas partes había cosas que comprar, desde aperos de labranza o vehículos agrícolas hasta las cosas más extrañas y singulares se podían adquirir allí. En una calle estaban los stands de los asesores fiscales, que con una pancarta reclamaban que Villena tuviera su propia Agencia Tributaria. Una vez te adentrabas en ella todos promocionaban sus productos, ofreciendo suculentas rebajas en sus honorarios si contratabas sus servicios en la Feria. Allí estaban todos con sus trajes y sus corbatas, sus ordenadores y sus mesas de oficina.
Dos o tres calles más allá estaban las carpas de los geriátricos. Una anunciaba los productos de La Morenica y en la otra, que tenía un aspecto más eclesiástico, se presentaban los servicios del Asilo de Ancianos. También se encontraban allí los puestos de las Comunidades de Regantes, reivindicando un trasvase del agua que se está tirando al mar en el ártico con el deshielo. A continuación había la tira de tenderetes de color azul y blanco, y en cada uno de los puestos había una foto enorme de chicos vestidos de futbolista que representaban a cada uno de los equipos de la Peña Villenense en todas sus categorías. No tengo ni idea de lo que vendían, pero allí estaban. A continuación había también un número indeterminado de tenderetes en los que estaban los equipos del V-74, los del voleibol, los de judo y todas las academias de tenis, hasta la de Ferrero, que curiosamente, además de ofrecer sus servicios, vendía chalets y tenía una promoción para apadrinar hoyos de golf. Estuve a punto de apadrinar un hoyo a nombre del director del EPDV, pero no estaba segura de si su número preferido era el 6, el 9 o los dos juntos. Otra vez será, pensé.
Cogiendo fuerte el brazo de mi marido, echamos calle abajo y nos adentramos en otra calle que estaba llena de carpas blancas. Todo lo que allí había eran clínicas que te hacían la liposucción en un santiamén y sólo por cincuenta euros. En otra carpa te operaban de cataratas y en la de al lado te hacían una limpieza de boca en cuestión de segundos. Seguías andando y entre puestos de hierbas y medicinas naturales, infusiones milagrosas y cremas de alohe vera para arreglarte todo el cuerpo, estaban todos los curanderos y curanderas de Villena, unos arreglando disloques de manos, otros midiendo con el pañuelo, otras poniendo la mano en la cabeza contra la jaqueca, etc.
Por un momento llegué a pensar que la inauguración de la feria debía durar el mismo tiempo que la feria en sí misma y que la pobre Consellera de Agricultura y la alcaldesa llevaban tres días sin descansar inaugurando puestos, cortando cintas y estrechando manos. En ese mismo momento me entró un sudor frío y pegué un salto en la cama. Me levanté y me hice unas hierbas contra el insomnio que me había comprado en un puesto.