Apaga y vámonos

La indignidad de nuestra clase política

Definitivamente, la “clase” política ha perdido el norte. Nos desayunamos hoy felicitándonos porque nuestros amadísimos representantes públicos han obrado el milagro del consenso –obligados por el clamor de miles de votantes, que si no de qué–, cuando lo que en realidad sucedió ayer en el Pleno fue un insulto a nuestra inteligencia.
¿Era importante la moción de urgencia aprobada por todos los partidos respecto al problema de las basuras? Por supuestísimo, pero ya me contarán ustedes qué coño tiene que ver la aprobación de esa moción con la retirada del resto de mociones, esas que durante las últimas dos semanas han sido presentadas una tras otra en ruedas de prensa o a través de comunicados a los medios y consideradas importantísimas por sus promotores, ya fueran las compensaciones a los vecinos de La Encina por el paso del AVE, la peatonalización de Luciano López Ferrer, el presunto incumplimiento del contrato de rehabilitación de la plaza de toros por parte de la empresa Secopsa – Viarsa, la conservación de las naves de la estación, la nueva concesión del transporte público en Villena o la modificación del reglamento del cementerio, por no hablar de los ruegos y preguntas, también cancelados.

Pues al parecer no eran tan importantes, y nuestros presuntos representantes pasaron de todas estas cuestiones y finiquitaron el Pleno a las 21.30 horas, apenas hora y media después de comenzado, satisfechos de haber aprobado la moción sobre las basuras y de haberse embolsado –los concejales de la oposición– el dinero correspondiente al Pleno y a las comisiones previas.

Dentro de 15 días, en el próximo Pleno, se juntarán con todas estas mociones más las que lleguen, y a lo mejor volvemos a oír eso de que Celia es una dictadora que impide que se debatan todas, cuando ayer tiraron a la basura (cobrándolas, eso sí) dos horas y media durante las que perfectamente se podían haber tratado todos los asuntos antes citados, que alguna importancia tendrán, digo yo, aunque, visto lo visto, tal vez esté equivocado y resulta que nos ametrallan a ruedas de prensa con la única intención de salir en la foto y seguir en el candelabro.

Y todo esto, apenas unos días después de que el señor Ripoll, presidente de la Diputación, para estampar una firma en un papel, se llevara a Bruselas a 41 alcaldes alicantinos, Celia incluida, diputados provinciales, responsables de protocolo y una decena de periodistas, a los que hubo que pagar avión, dos noches de hotel, traslados y comida –cena de gala incluida–. Según algunas fuentes, esa simple firma nos ha costado a los alicantinos 72.000 euros.

Así, mientras España sufre las consecuencias de una crisis brutal, mientras las colas del paro aumentan y profesores, médicos, policías, maestros y demás funcionarios se preparan para ver cómo se recortan sus sueldos, mientras nuestros mayores van a ver congeladas sus pensiones, nuestros ilustres políticos siguen comportándose como una casta superior, despilfarrando a manos llenas un dinero que no es suyo y dejándonos perplejos con actitudes como la que vimos ayer, en un Pleno que para servidor pasará a la historia como el más indigno que recuerda.

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