La ira de los dioses
No sé todavía porqué, pero en esta expectación sobre el desarrollo de acontecimientos, en este sin vivir de tensiones sostenidas en nuestro ayuntamiento, me viene el recuerdo de aquellas tragedias griegas cuya influencia ha sobrevivido a ejércitos, cambios de fronteras, religiones, modas, filosofías, épocas y movimientos artísticos, cambios de siglo y de milenio.
Imagino que al escribir tragedia griega despierto a Esquilo, Sófocles y Eurípides en asociación inevitable dentro de las cabezas bachilleres. Pero tengo que decirles que escribo tragedia griega libre de paralelos con las historias de Edipo, Medea o Antígona. Escribo tragedia recordando la idiosincrasia de la filosofía clásica griega.
Más allá de las peripecias de los personajes clásicos podemos encontrar el verdadero conflicto que mueve las historias. Ese no es otro que la obligación del protagonista, héroe, por restablecer algo así como el orden universal. Dicho orden, como si se tratara del péndulo de un reloj, ha sido alterado por alguna acción que bien el mismo personaje, de forma consciente o no, bien sus antepasados, han alterado provocando así la ira de los dioses. A partir de ese momento el héroe comienza su epopeya encaminada a descubrir el motivo de tal desajuste, a reconocerlo y a corregirlo. Tal esquema traído a nuestros días y a nuestra ciudad me parece sumamente oportuno. Parece que nuestros gobernantes hayan perturbado cierto orden universal y que desde ese momento todo comience a funcionar mal. Cualquier acción que se inicia no sólo parece marcada por la crítica sino también por cierta mala fortuna.
Como en el mundo clásico, cualquier acción que no esté destinada a restablecer la concordia universal no sólo se convertirá en un acto inútil sino que además acrecentará el enfado de los dioses. Es en ese momento cuando el héroe o la heroína dentro de la tragedia comienza un viaje, que además de físico es introspectivo, que le lleva a descubrir el verdadero problema, a reconocerlo y a corregirlo. No es tan fácil en la tragedia como en los argumentos novelescos actuales, porque en la tragedia el destino del héroe una vez resuelto el problema suele concluir con funestas consecuencias: la ceguera de Edipo, la muerte o el exilio
En cambio el resultado del proceso suele repercutir de forma favorable para el pueblo de estos personajes, como la desaparición de la peste (entiéndase enfermedad, conflicto) en Tebas. Llegados a este punto es donde volvemos a nuestro día a día para vivir situaciones como la de la dichosa traca del Ecuador Festero, por ejemplo, y pensamos si no sería necesario que nuestra alcaldesa comenzara ese viaje necesario para alejar la peste de nuestra ciudad, necesario para restablecer la armonía que facilita que nuestros proyectos naveguen con fortuna lejos de continuas tempestades.