La Macarena, Bioparque, La Diablesa y Talavante
Durante las vacaciones de Semana Santa se hace de todo menos descansar, pues son muchos los días y muchas las visitas que se pueden hacer, eso a pesar del tiempo desapacible que solemos tener desde hace varias temporadas.
Las procesiones tienen un tremendo atractivo, religioso para unos pocos, turístico para la mayoría e incluso politizable por aquellos que ven amenazados sus intereses por los oprobiosos y perjudiciales lazos blancos. Grandísimo amor tienen en Sevilla por la Macarena, a la que llevan en procesión durante catorce horas desde la madrugada hasta bien entrada la mañana. No es una broma que los sevillanos llamen a esto estación de penitencia. Quizá los abnegados hispalenses deberían plantearse modificar algunas de sus tradiciones para poder disfrutar de una Semana Santa más cómoda. Si a su Virgen la sacaran en procesión el domingo de antes y sólo durante un ratico, podrían vivir mejor que los demás cofrades del resto de las celebraciones. Resulta ideal que estos actos puedan celebrarse sin superponerse unos con otros y evitando las horas intempestivas. Un intercambio de opiniones entre la Macarena y la Morenica daría mucha luz, pues no en vano son la misma cosa en esencia.
La visita al Bioparque de Valencia no resultó demasiado recomendable. Colas para entrar, colas para salir, colas para comer, colas para asistir a las exhibiciones de unos pocos animales oriundos de África, sablazo al entrar, sablazo al salir y monográfico de comida basura para los humanos que por allí anduvimos.
Mucho más interesante, lo que más en estos pasados días, fue ir a la Ocarasa. Mateo Marco y su familia nos invitaron a conocer Orihuela y su Procesión del Santo Entierro. Debo decir que nuestro paisano presenta buenas trazas de verdadero oriolano además de ser un perfecto anfitrión. Fue un encanto pasear por las históricas calles de Orihuela visitando iglesias y monumentos antes de ir a comer a El Pasaje, comida al aire libre para que los críos pudieran explayarse y los padres comer tranquilos. Por la tarde disfrutamos de la recepción del Caballero Cubierto en los patios de Santo Domingo, un acto ancestral que nos remontaba a otros siglos y que me permitió admirar todo el esplendor de Mónica Lorente, un monumento de mujer que ejerce de alcaldesa con pocas palabras y que algunos consideran que hay que darle de comer aparte, mejorando lo presente. Volvimos a constatar su belleza cuando la Procesión entró en la Catedral, el Caballero Cubierto cumplió su privilegio de atravesar el templo sin quitarse el sombrero y la impía Diablesa continuó el desfile por fuera como manda la tradición desde el XVII.
Esperaba lo máximo de la encerrona de Talavante el Domingo de Pascua en Las Ventas pero no hubo forma de que este fenómeno pudiese construir nada relevante con ninguno de los seis toros de Núñez del Cuvillo, su ganadería talismán. Alejandro es un torero que siempre da la cara en el albero y también un hombre que siempre atiende a quien le pregunta. Otra vez será, maestro.