La memoria de los toros bravos
Generalmente se tiene la creencia, desde el punto de vista del profano, de que los peces son los animales con la menor capacidad para recordar sus vivencias. Popularmente decimos que apenas son capaces de recordar los sucesos de hace unas horas, pero parece ser que algunos experimentos científicos han logrado demostrar que este espacio de tiempo podría prolongarse hasta unos pocos meses. En cualquier caso, una castaña de memoria parecida a la de los incondicionales de los partidos políticos españoles.
En el otro extremo del Reino Animal se halla el chimpancé, que se postula como el que mayor capacidad tiene para recordar y en algunos aspectos esta cualidad resulta superior a la de los humanos, aunque para nuestro colectivo hay que diferenciar claramente entre hombres y mujeres. Siempre tuve como buena la teoría esa de que los hombres nunca recuerdan y las mujeres jamás olvidan, pero parece ser que los tiros van por otro flanco.
Según una encuesta realizada por la empresa NC Report entre españoles de ambos sexos mayores de edad, las mujeres afirman de modo mayoritario que son los hombres los que peor afrontan las rupturas amorosas, mientras que los hombres creen que esto es compartido por igual. Fíjense que sólo una de cada cinco mujeres considera que no lleva bien su ruptura y según ellas son los hombres los que lloran, los que no lo entienden y siguen dándole vueltas. Lamento mis dudas pero, ¿será esto cierto o es que las mujeres encuestadas no son sinceras?
En lo que todos están de acuerdo es en que el principal motivo de ruptura son los celos, que un clavo saca a otro clavo no pongo el ejemplo de la mora porque si hacen la prueba en una camisa verán cómo se queda, que el refugio de la familia resulta indispensable y que los avatares del corazón y la entrepierna afectan al rendimiento profesional de un modo directo, de tal manera que cuanto más se disfruta del amor mejor se rinde en el tajo, lo cual parece obvio.
He dejado para el final al toro bravo, el animal más bello de la creación con permiso de Mónica Belluci y de Blanca Suárez. Si hablamos del toro bravo dejando aparte esos toretes que se crían por ahí para su uso en la timolidia, las conclusiones resultan muy interesantes.
Un toro jamás puede tener contacto con el capote o la muleta desde que nace hasta que llega a la plaza para ser lidiado. Y en el supuesto de que resultase indultado, a su regreso al campo nadie en su sano juicio volverá a torearlo hasta su muerte entre siete y diez años después.
Casi todos las razas tienen la condición de una buena memoria no siempre puede hablarse de aprendizaje llevándose la palma los que proceden del encaste Albaserrada, que en cinco minutos saben perfectamente lo que se va dejando detrás así como la diferencia que existe entre el trapo y quien lo maneja.
Como esto no es del gusto de las figuras, quedan pocos así.